La pandemia nos ha llevado a un nuevo virus sin vacuna y sin remedio. Ni aquí, ni allá, ni más allá, hay ser que escape a la chiflada. Husmeando cómo el versado Juan Gossaín analiza en su última entrevista esta locura en que nos encontramos, cómo todo se achicó y todo enloqueció, podría concluir que el Covid ataca sin piedad el cerebro de esta humanidad irreflexiva, que iluminó a Enrique Santos, Discépolo para ‘parir’ Cambalache. “Qué atropello a la razón”, lo que viene ocurriendo en nuestro país.
Santos lo dijo con sabiduría y visión: “a nadie importa sin naciste honrao”… “cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón” y mejor no seguir con la más famosa canción inspirada en ese pueblito portorriqueño, porque los “inmorales nos han igualao”.
¿Será coronavirus, será el encierro, el atropello de dictatoriales protocolos, el engaño generalizado, o qué diablos, qué bicho nos ha picado para que nos encontremos dominados por este ¨despliegue de maldad insolente¨?
El Covid quedó a la altura de su tamaño. Hemos entrado en una riña callejera que sobrepasa cualquier límite.
Descendimos al nivel de los rufianes de barriada. Nuestros líderes han perdido la razón. Se insultan, se agreden, se acusan, se mancillan y se exhiben como ejemplo a seguir, para las actuales y futuras generaciones. Casi todos quieren ser, o buscan eludir el paso lastimero y deshonrado que Colombia ha dado por culpa del narcotráfico. Ese tránsito se utiliza para distraer, tapar o legalizar las huellas que unos y otros esconden y que pervierten por igual al ejecutivo, el legislativo, el judicial y a la sociedad.
Nuestro destino está penetrado por “cambalaches” que atacan la paz, fomentan guerrillas y paramilitares, matones de líderes y calificadores de extremistas -o comunistas- a los que piensan distinto. Los tradicionales partidos políticos dejaron de existir. Sólo quedan movimientos de escasos principios políticos y corta duración. Empresas que compran votos, manejan grupos y a la vista de todo el mundo, imponen la corrupción.
En esas estamos. Da vergüenza como país, como sociedad y como seres humanos, asistir al ruedo de improperios que los dos que mandan se lanzan. Es lamentable que la Colombia de hoy sea, o de Uribe o de Petro. Esa es la írrita Covid-demencia que “legaliza” este desastre.
BLANCO: La invasión de compradores de Estados Unidos y Europa que quieren comprar en Colombia, según Luis Fernando Velasco.
NEGRO: Nuestros animadores digitales desempleados, mientras gobernadora del Atlántico contrata a los de Plaza Sésamo para divulgar por TV acciones contra el Covid-19.