El gobierno avanza con paso firme en sus objetivos y el país lo mira desde la barrera. El problema es el estado de parsimonia que implica el dejarse gobernar desde el discurso, o peor aún, desde los trinos mientras las cosas caminan por dentro. Aunque este no es un problema exclusivo de Colombia, claramente el conocimiento versado en la mediática información de las redes no está dando lugar al análisis y menos aún al contrargumento profundo.
Un ejemplo importante es entrar a desmenuzar los propósitos plasmados en el documento del Consejo de Política Económica y Social, donde el ejecutivo en pleno firma y hace la entrega formal de la política de reindustrialización nacional (Conpes 4129 de 2023), como regalo de navidad, el pasado 21 de diciembre. Al adentrarse, hay que reconocer, que las apuestas y las intenciones respectivas son absolutamente claras. Incluso, hasta mediáticamente, algunas son desconocidas.
Así, está a los ojos de todos, la fórmula de la transición energética y el intríngulis de cualquier decisión económica del gobierno. Se habla de encuadrar la política y la acción del Estado con funciones para “configurar el mercado y co-crear el mercado en lugar de solo corregir fallas de mercado” (Mazzucato & Kattel, 2020). Entonces se habla claramente de un concepto de tendencia socialista como es el valor económico público y colectivo. De manera que se reconoce que la acción pública del Estado radicará en disponer de instituciones con capacidad para influir en los mercados y orientar la actividad económica.
A parte de dejar por sentado que podremos ir viendo un Estado metelón en las iniciativas privadas, como principio. Un grande Estado que habría que sostener. La política firmada plantea además fórmulas ya conocidas y tratadas en el pasado reciente, también por Colombia, para llevar un proceso de transición energética, con algunas apuestas en camino desde hace un tiempo y otras difíciles de asentar, ya probadas sin éxito, en épocas anteriores.
Una de ellas es la producción de vehículos de industria colombiana. La producción de piezas, partes, ensamblaje de vehículos fue en el pasado una experiencia que arrojó productos de muy alto costo no competitivos con la industria del resto del mundo. Es cierto, que la industria debe tener sus incentivos, pero es el mercado el mejor indicador de nuestras ventajas comparativas.
El mundo hizo en el siglo XIX la transición energética de la madera al carbón y en el siglo XX del carbón al petróleo. Las soluciones no están en un intervencionismo a ultranza ni en salirse de las posibilidades del mercado, pues está en juego el crecimiento y la riqueza del país. Hay que mirar en detalle más bien la política de desarrollo de la agroindustria, que también se involucra en este documento, porque no es un tema que campesinos ni industriales ni el ciudadano común conozcan o tengan a flor de piel. Es de gran responsabilidad ser capaces de bajar el análisis a las distintas medidas del gobierno pues lo cierto es que sorpresas no hay.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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