La patria está siendo burlada. Lo que viene ocurriendo nos hace sentir a los colombianos burlados, humillados, engañados.
La corrupción a todo nivel es abrumadora. Las cortes parecen un circo; sus conceptos son arbitrarios, francamente desconcertantes, sino absurdos.
Parecería que la interpretación de las leyes se volvió acomodativa a la posición política de cada magistrado, de cada juez. Se sentencia para favorecer a los amigos, o destruir a los enemigos. La famosa venda que debe cubrir los ojos de quienes juzgan para garantizar su imparcialidad ya no existe en Colombia. La justicia está politizada.
Para la muestra, el aberrante caso Santrich. La opinión de tres de los cinco magistrados de la JEP a favor de negar la extradición de dicho personaje, a pesar de contundentes pruebas de su reincidencia en el narcotráfico después de firmado el acuerdo de La Habana, sumadas a las explicaciones de Jesús Bobadilla, presidente de la sala, que negó su extradición, son realmente una burla a todos los colombianos, en especial a las víctimas que esperan, justicia, verdad y arrepentimiento de sus victimarios.
Salva el honor de dicha Corte la valerosa actuación de las dos magistradas que objetaron dicho fallo, aduciendo razones sólidas y válidas.
Y ahora, la Corte Suprema de Justicia pronuncia otro fallo favoreciendo a Santrich, dando por sentado que este narcotraficante, contra quien cada día se acumulan más pruebas de su intento de exportar diez toneladas de cocaína a USA, tiene fuero como representante. Esto, sin siquiera haberse posesionado de su curul. Curul obtenida, no por voto popular, sino por orden del viciado acuerdo de La Habana.
Este fallo enrarece aún más el ambiente y deja profundos sentimientos de sospecha y disgusto. Exmagistrados, algunos expresidentes de la Corte y abogados de gran tradición, están en desacuerdo con dichos fallos y sus análisis son tozuda evidencia de que algo anda mal en el sistema judicial colombiano.
De todo esto, lo que más duele, es el desprestigio en que ha caído la palabra PAZ, tan maltratada, abusada, manipulada. Ver la justificación de tantos atropellos a la interpretación sensata de las leyes, hechos en nombre de la paz, es desmoralizante.
Hoy son los mayores criminales de la historia de Colombia los que se cobijan con esa palabra. Ellos se presentan como defensores, ¡paladines de la paz! Que burla tan bien montada contra el pueblo colombiano.
Ojalá fuera cierto su amor a la paz, pero, no es sino ver quiénes son los encapuchados que intervienen en cuanta protesta hay, en cuanta bomba explota, en bloqueos y amenazas. Quienes llevan la bandera del odio entre clases y guardan silencio ante secuestros y amenazas.
Y qué de la burla de los contratistas corruptos que han causado pérdidas atroces al presupuesto nacional, que todos terminamos pagando. Qué de los responsables de las millonarias pérdidas de Reficar, de la catástrofe que es la Represa de Ituango, del puente que cayó en Chirajara, vía a Villavicencio, del puente acordeón de Hisguará, Santander, del escándalo de Electrocaribe.
Con la lista de corruptos de la última década se podría llenar este periódico entero. Estos corruptos son tan criminales como los otros. Colombia está siendo burlada, los colombianos no somos idiotas y nos sabemos burlados. Digamos ¡No más!