Se esperaba que la marcha del 21 entorpeciera al presidente Gustavo Petro, pero no hasta el punto de hacerlo reaccionar con tanto odio, tanta demagogia y llamado a la polarización de un país que está tras la paz total.
No todos los sindicatos, no todos los marchantes, no toda una nación, esperaban una reacción tan despiadada de quien debe conducir a quienes votaron en favor o en contra durante las últimas elecciones para jefe de estado.
No hubo sector, grupo, partido, personaje o entidad que escapara a la belicosidad y los insultos de Petro en la Plaza de Bolívar. Todos los ricos, los empresarios, los políticos, los organismos de producción de Colombia o de cualquier parte del mundo, son despreciables y explotadores. Así quiso borrar su mal gobierno en materia de empleo y recesión, que golpea a toda una población, que sacó a sus sindicatos a pedir mejores condiciones para la clase obrera. Escondió la corrupción y la de sus cercanos colaboradores. Olvidó su pasado y escondió su presente.
Con toda la demagogia que sabe dominar encendió a la multitud para ganar con halagos el favor popular que lo mantenga en el poder.
Sembró miedo en la multitud, con sentimientos elementales que predicen catástrofe y hecatombe para toda la clase trabajadora. No existe medida alguna en el régimen colombiano del trabajo. Todo es explotación y esclavitud para hombres y mujeres dedicados a cualquier oficio. Ese miedo y ese pánico llegó hasta él, quien anunció que lo quieren matar y sacar del gobierno.
El famoso acuerdo nacional que promociono como candidato y luego como nuevo gobernante, estuvo ausente durante la reunión de los hombres que celebraban el primero de mayo en muchas partes del país y en cuyas pancartas fueron escasos mensajes de “siga Petro”.
Durante los largos minutos que arrebató a la fiesta de los trabajadores en su día, utilizó la desinformación y la propaganda política para buscar adeptos y demostrar una popularidad superior a la de sus adversarios durante la marcha nacional del 21.
No dejó escapar sus arranques de líder mundial, para anunciar el rompimiento de relaciones con Israel. Con su desafuero, heredado de quienes fueron sus profesores en Venezuela y Cuba, enjuició implacablemente un conflicto internacional, que solo entienden los grandes.
Así las cosas, el presidente Petro se siente fortalecido para emprender nuevamente la aprobación de sus reformas. Cree que con lo de la plaza mayor, ya tiene a todo el país en sus manos y que puede imponer sus criterios, sin permitir diálogos o negociaciones.
Debe, de inmediato, tomar otro rumbo que lo lleve a gobernar con una sabiduría que nos impulse al desarrollo, cree empleo y evite el éxodo de empresas y personas. El mundo empresarial está esperando por ejemplo que se elimine el famoso 4 por mil y otras disposiciones que impiden la llegada de capitales.
Petro tiene ahora la palabra: debe asumir un equitativo y eficaz gobierno, olvidar el odio y la polarización.
BLANCO: Buena, aunque débil la reducción de las tasas de interés. Algo es algo.
NEGRO: Las intemperancias del ministro de Salud, que solo sirven para insultar, no para crear nada.