Soplan vientos de cambio en Colombia, de esos que traen consigo aparejados la esperanza de los pueblos, pero también las expectativas -que son muchas y variadas-, el recelo, la desconfianza y la resistencia, que tampoco serán menores, según se anuncia desde parte de la futura oposición.
Gustavo Petro y Francia Márquez finalmente hicieron historia. Esta fórmula portará sobre sus hombros la responsabilidad de liderar la primera presidencia de izquierda en el país cafetero; además, en el caso de la vicepresidenta electa será la primera mujer afro que ocupará el puesto, algo nada menor en un continente en el que este colectivo está sumamente postergado, y no solo en la política.
Tan solo un mes atrás el favoritismo del candidato del Pacto Histórico parecía inquebrantable, pero la elección en primera vuelta trajo sorpresas y un manto de dudas sobre si finalmente la izquierda alcanzaría el gobierno al enfrentarse a Rodolfo Hernández, un aspirante populista, antiestablishment y aparentemente desideologizado.
Pero la política no es matemática, el electorado no respondió al mandato de los líderes que no alcanzaron el balotaje y le negaron el voto al candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, lo cual evidenció cierta debilidad de los partidos, pero sobre todo de sus principales figuras, que no lograron alinear a sus fuerzas.
Una lectura no menor de la campaña es la derrota del marketing a manos de la política, lo cual es una buena noticia. Parte de la estrategia del Hernández en la recta final de este proceso reposó en la figura de su estratega, al punto que el exalcalde de Bucaramanga dejó de hacer apariciones públicas y mediáticas, rol que asumió su asesor, incluso brindando una entrevista en El País de Madrid para explicar el proceder y los dichos del candidato, configurando una situación que devaluó la figura presidencial.
Se puede tener un excelente plan de redes sociales e incluso ser un referente en Tik Tok a pesar de tener 77 años, suma mucho conseguir seguidores despolitizados, pero cuando falla la política no se soluciona con estrategias de comunicación. Y a Hernández le falló la política, lo condenaron sus palabras, sus ideas censuradas desde un comando de campaña y la gran contradicción de presentarse como un líder anticorrupción cuando en pocos días tendrá que comparecer ante la Justicia por irregularidades en la administración pública.
Sobre este punto es necesario reparar en una conducta del electorado latinoamericano que se viene repitiendo en los últimos procesos eleccionarios: no es un impedimento votar a candidatos que tengan cuentas pendientes ante la Justicia, acusaciones de corrupción o denuncias de irregularidades en general.
No solo el caso de Hernández lo corrobora, sino que también aconteció con el recientemente electo presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, quien tenía al menos ocho acusaciones de acoso sexual en el Banco Mundial, las cuales tomaron estado público en la campaña, pero no fue castigado en las urnas por eso; o el caso de Franco Parisi en Chile, que también tenía acusaciones de acoso, además de estafa y lavado, que constaron en la prensa en el período electoral, y si bien no llegó al balotaje, obtuvo un caudal de votos muy importante.
En cuanto a la nueva administración son muchos los desafíos que se distinguen en el horizonte, fundamentalmente en el plano económico, en un país con mucha pobreza y desigualdad. Se deberá poner mucho énfasis en el proceso de paz y además tratar de recomponer la relación política con las fuerzas de la oposición para apostar a un país de unidad.
Habrá que acercar las partes, se deberá apostar al diálogo, porque los más perjudicados en un sistema político que a todas luces se percibe fracturado serán los mismos colombianos, sobre todo aquellos que históricamente han resultado ser los más postergados de las políticas del Estado y que cada vez más descreen de sus gobernantes.
* Director de la revista latinoamericana de comunicación política Relato