Mientras el presidente Petro se abismaba en la ONU con la guerra Rusia-Ucrania, el desastre ambiental y los desiertos en que se convertirán Colombia y los demás países amazónicos, empezaban a conocerse alarmantes cifras sobre la desaceleración de nuestra economía.
Los expertos más optimistas, consideran que la economía colombiana, no pasará este año del 1.5% por ciento, lo que se considera como un rudo golpe al Producto Interno Bruto.
El mundo entero sufrió, convivió y resistió los efectos de la pandemia hasta cuando la ciencia y las abultadas montañas de dinero lo permitieron. Muchas naciones dieron la batalla y lograron salir de esa encrucijada, mientras otros, como Colombia, están aún buscando un burladero para escapar.
En todas partes se han aplicado remedios conocidos -y por conocer- para superar los efectos de la inflación mundial que dejó el covid-19.
En Colombia, el Banco de la República se ocupó del caso; echó mano a las tradicionales teorías, desechando profundos estudios de economistas modernos y jugó con las inmodificables tasas de interés.
Los colombianos vieron incrementar sus intereses bancarios por encima del 40%, con el beneplácito del sistema crediticio.
El resultado no se hizo esperar: de inmediato las tarjetas de crédito quedaron impagables, las ventas por suelo, la producción paralizada, el empleo reducido y el hambre generalizada.
Día y noche las autoridades, las agremiaciones, los entes y todos los corrillos de esta sociedad, pusieron el grito en el cielo. Cada minuto suplicaban al Emisor una solución que sirviera para controlar la desbordada inflación, pero sin ahorcar a una sociedad, ni ponerla en bancarrota.
Muchos llegaron a proponer un cambio radical al sistema económico colombiano que remplazara o por lo menos morigerara la independencia absoluta que hoy tienen las autoridades monetarias, que significan un estado dentro del estado.
Ahí están los efectos de la independencia absoluta del Emisor: un freno al comercio exterior, con la reducción de las ventas que se ve claramente en la caída de las importaciones de 37 mil a 28 mil millones de dólares, durante el semestre. Las exportaciones bajaron brutalmente. Las ventas del comercio y la producción de la industria nacional se redujeron. Las de vivienda, automóviles y demás productos están por suelo, y los créditos en mora del sistema bancario pasan de los 5 billones de pesos.
Estamos hoy en la ruta el decrecimiento económico, producto de las altas tasas de interés que de paso han encarecido los combustibles, el transporte y todos los bienes de consumo.
La Andi, a través de su presidente Bruce Mac Master, le ha solicitado con urgencia al gobierno un diálogo sobre la forma de impulsar el crecimiento económico, del cual depende la protección de los empleos formales existentes y la creación de más empleo.
Aún hay tiempo para frenar la reversa de la economía colombiana, si el Emisor entra en razón.
BLANCO: Solo Rodrigo Lara, candidato a la Alcaldía de Bogotá, tiene planes para el pico y placa. La ciudadanía no soporta más esta alcaldada de Claudia y Peñalosa.
NEGRO: El país no resiste una masacre más de las Farc y sus disidencias.