Después de despacharse con “pruebas”, suposiciones y acusaciones, como si aquello no fuera un debate sino un juicio, fue vergonzosa la actitud de los senadores Robledo y López, citantes del debate de control político sobre la corrupción de Odebrecht en la campaña 2014, para impedir que Óscar Iván Zuluaga pudiera defender su conducta frente al entramado criminal al que injustamente fue vinculado.
En este país, donde es excepcional “dar la cara”, Óscar Iván se presenta con el ánimo resuelto de hacerlo, para lo cual se requería decretar sesión informal a partir de una votación que arroja mayoría aprobatoria. Surge entonces un impedimento inesperado: faltaban dos votos necesarios, pues los citantes desaparecieron; apelaron al despreciable recurso del filibusterismo para impedir la sesión informal que le permitiría hablar a Zuluaga.
¿Qué pasó? ¿Acaso temían confrontar “su verdad” con la de Oscar Iván? ¿Por qué silenciarlo? Debo pensar que eran espurios sus argumentos y, ante la inesperada presencia de su presa, ladinamente prefirieron volarse y dejar sus acusaciones en punta, porque “de la calumnia algo queda”.
Aún más; lo de Robledo y López no fue un debate de control político, sino un “juicio” que encaja en la estrategia de la izquierda. Primero, martillar mediáticamente una narrativa que, en este caso, convenza a la opinión de que OIZ es un corrupto, igual que Santos, que recibió recursos ilegales; segundo: judicializar esa narrativa para, tercero: lograr la condena mediática y judicial de su enemigo.
Una cosa es el debate de control “político” y otra la “politización” del debate, intención evidente desde la promoción mediática de Robledo en las redes, que parecía la invitación a un gran espectáculo, para que el país siguiera montado en una narrativa estigmatizante.
Aunque lo que pretendían era tumbar a la Ministra Orozco, su propósito era también igualar a los candidatos de 2014: Santos y Zuluaga, y por contraste, reforzar la peregrina tesis que ellos sí representan el “tono moral” en la política.
Con Óscar Iván se equivocaron. Bien parado en la convicción de su inocencia, no dudó en hacer frente al debate El país está notificado de su integridad. Nunca usó los medios para ventilar su proceso en busca de apoyos y se sometió con disciplina a las decisiones de partido y a las sentencias judiciales, que hablan por él, como lo hizo el CNE y como lo tendrá que hacer la Fiscalía, que no pudo o no quiso buscar el testimonio del señor Duda –todo comenzó con sus declaraciones a la revista Veja-, ante lo cual el excandidato se dirigió a la justicia brasileña para que, en el marco de un proceso judicial, conminara a Duda a presentar testimonio. Sorpréndanse. Duda lo hizo y, después de un largo trámite, la justicia tiene sus declaraciones.
Así pues, Óscar Iván no iba a presentar en el Congreso solo “su verdad” frente a las narrativas sesgadas, sino, muy seguramente, esa verdad con soporte probatorio de la justicia brasileña. Pero se lo impidieron, aunque temporalmente, porque el debate continúa y allá estará él con su verdad. Si el Congreso es “la voz del pueblo”, debe permitir que se escuche en su recinto la de quien recibió siete millones de votos y, por cuenta de la corrupción de otro, no llegó a la Presidencia.
N.B. Mientras Óscar Iván se presenta con gallardía a defender su conducta frente a la narrativa de la izquierda, a Santos se le suman, además de Odebrecht, las investigaciones de Cemex e Impregilo; pero con astucia de jugador, se esconde en su silencio… y en su Nobel. ¡Que dé la cara!
@jflafaurie