La visita del Papa | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Septiembre de 2017

Hace unos meses el Consejo de Estado prohibió la tradicional consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús con el argumento de que este es un país laico, confundiendo separación de la Iglesia y el Estado con laicismo. La nación colombiana no es laicista, es cristiana como lo demuestran los millones de personas que se hicieron presentes en la misas del Papa Francisco, que consagró a Colombia a Dios y a la Virgen.

Desde que se anunció la visita del Papá se trató de hacer creer a la gente que venía a respaldar el acuerdo de paz y a unir alrededor del mismo a un país polarizado. El pebetero con la paloma en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño fue simbólico y los discursos de los obispos dejaron traslucir que este país ha sido violento durante décadas, cuando la verdad es que ha estado bajo la violencia de los terroristas. Pero el Papa venía en misión pastoral, a predicar el perdón y la reconciliación -pura doctrina tradicional de la Iglesia- y en ningún momento le dio al acuerdo de paz el espaldarazo que algunos esperaban. Eso de la polarización, que tiene su origen en “los amigos y los enemigos de paz”  es solamente una expresión de la democracia en la que hay un gobierno y la oposición de los que no acompañan sus política. Así, por ejemplo, en los Estados Unidos, una democracia por antonomasia.

Pero el Papa sí tuvo ocasión de palpar los resultados de esa violencia. Beatificó al primer obispo de Arauca, asesinado por el Eln por órdenes de su jefe, un cura español renegado, y al párroco de Armero, asesinado en abril de 1948 por la turbamulta azuzada por los comunistas. Vio y saludó a los civiles y soldados amputados por la minas antipersona y oyó testimonios, como la conmovedora narración de aquella mujer que perdió a su esposo y sus dos hijos en la explosión que causó en Machuca el Eln. Y oró frente al Cristo mutilado de Bojayá, símbolo de aquel crimen de lesa humanidad de las Farc, que dispararon cilindros bombas a una iglesita en la que se habían refugiado mujeres y niños que fueron asesinados sin misericordia.

El Papa fue claro en decir que el perdón no implica claudicar a los principios y que Cristo, el perdonador por excelencia, fue el mismo que arrojó a los vendedores del templo.

Yo personalmente me conmoví con la piedad de la gente que viajó horas y aguantó lluvia por ver al Santo Padre. ¡Tenemos tanto que aprender de los otros!

¡Que esta visita sirva, Señor Jesús, para que perdonemos y Colombia sea bendita!

***

Coda: El alcalde se lució con las calles limpias por la visita del Papa. Pero fue de mal gusto que se hubiera tomado una selfie con él.

Malo el trancón que se armó en la calle 26 e hizo detener el papamóvil, aunque no podemos echarle la culpa al Secretario de la Inmovilidad.

Bien porque en el aeropuerto, en un momento dado cuando el Presidente se adelantó al Papa a saludar a la gente y lo dejó atrás abandonado, la esposa del Presidente se acercó al Santo Padre para conversar con él.

Bueno y ponderado el trabajo de los medios sobre esta visita.