“Para la escasez de agua en el canal de Panamá el mundo no tiene sino una respuesta: El Chocó”, dijo con elocuencia la gobernadora de ese departamento, Carolina Córdoba, en el Foro Colombia 2024, convocado por la revista Semana. Asimismo, el presidente Petro habló sobre el canal interoceánico en su reciente visita a la región Pacífica. Enseguida recibió críticas, entre otras, de Germán Vargas Lleras, en su columna dominical de El Tiempo (4/2/24). Se ha considerado la idea como una más de las fantasías populistas del actual gobernante. Pero no, en las inquietantes dificultades del comercio mundial, encarecido por los conflictos bélicos que alteran el tránsito en el canal Suez y por los problemas en el canal de Panamá, es válido que se trate de revivir nuestra natural vocación canalera.
Colombia desde hace tiempo no ha encontrado un propósito nacional que una al país, lo entusiasme y nos haga creer a los colombianos en un futuro de desarrollo, modernidad y prosperidad.
Por cierto, los problemas del canal de Panamá pueden acrecentarse. Desde 2019 la Autoridad del canal decidió rebajar el número y el calado de los barcos que lo transitan. Hace menos de un mes determinó que fueran apenas 24 buques diarios y no los 35 habituales. En los 430 Km2 del lago Gatún se evidencian las consecuencias del cambio climático. Sucede lo mismo en el pequeño lago Alajuela. El nivel de temperatura en el área de la cuenca hidrográfica del Canal aumentó entre 0,5ºC y 1,5ºC, lo que elevó en un 10% los niveles de evaporación y las lluvias han aminorado en todo Panamá. Aunque la modernización oportuna del Canal logró reducir de 50 a 20 los millones de galones de agua necesarios para cada tránsito, la preocupación aumenta porque se prevé una dura estación seca en el 2024. La relevancia de lo que está ocurriendo en el canal panameño la sintetizó el Wall Street Journal en una foto del 18 de agosto /23: más de 130 barcos haciendo cola para pasar del Océano Pacífico al Océano Atlántico.
Así pues, cuando falta agua en Panamá a Colombia le sobra agua en el Chocó. Seguir desperdiciando semejante riqueza, en la zona más pobre de Colombia, mientras el mundo está amenazado de sequías, sería irresponsable, injusto e inexplicable. Por los ya viejos días de 1983, como ministro de Minas, y desde la óptica de la Autosuficiencia Energética Continental, hice la propuesta de estudiar la opción canalera. Asesorado por Robert Panero, un constructor de ideas colosales, presenté una síntesis de las ventajas de Colombia: El 80% de la distancia entre ambas costas es a nivel del mar, por lo tanto dragable; dada la alta pluviosidad en el Chocó, la conexión que se decida tendría ilimitadas cantidades de agua y de energía hidroeléctrica; solo una cadena montañosa separa la llanura del Océano Pacífico y existen numerosos sitios alternativos, etc, etc.
La consulta popular propuesta por el Presidente bien podría aplazarse hasta analizar las tan complejas dimensiones geopolíticas, económicas, tecnológicas, financieras, etc. que implicaría una tan trascendental decisión. Debería pensarse más bien en una Comisión del canal Interoceánico del más alto nivel, que informe directamente al presidente de la República. Podrá contar con miembros asociados de otros países que miren con interés el tema. Le correspondería a la Comisión responder muchos interrogantes en múltiples aspectos.
Inicialmente, por ejemplo: ¿Se necesita el canal Interoceánico?, ¿Podrá pagarse por sí mismo?, ¿Podrá ser financiado?, ¿La solución colombiana que se adopte podría ser complementaria del canal de Panamá? Hay otros aspectos que abordar: alternativas de canal de esclusas, de canal a nivel del mar, de puentes de tierra o canal seco. También, alternativas industriales y económicas a que dé lugar el canal. Superpuertos en el Atlántico y el Pacífico, industrias de transformación, de transporte marítimo, de almacenamiento, empaque y distribución, infraestructuras de transporte al interior del país, desarrollo agrícola, etc, etc.
Como se puede apreciar, se trata de un tema de alto interés nacional, ajeno a banderías, y que necesitará la atención de varios gobiernos. Las inmensas posibilidades que se abren darán lugar a una movilización de ideas y proyectos que pueden poner a Colombia en la ruta de construir un gran futuro. Hay que superar el incómodo fastidio de estar en la cola de los avances civilizadores contemporáneos. De pronto, esta propuesta puede hacernos despertar y ponernos, como un buen equipo-país, a pedalear a la vanguardia de América Latina.