¿Cuánto tiempo tomó sacar el imperio español de América? ¿O a los ingleses de Norteamérica? ¿Cuántos años sacar a los europeos de África? ¿Cuántos años se necesitaron para acabar con el nazismo? ¿Cuánto siglos para acabar la esclavitud? Las grandes conquistas de la humanidad, las verdaderas, las que tienen profundo valor humano y espiritual, o sea, las que defienden la vida y la dignidad humanas, la libertad, las que transforman vidas aplastadas, todas toman muchos años, esfuerzos, luchas, vidas sacrificadas. Y la humanidad siempre, quizás por instinto, ha dado las batallas que en realidad la enaltecen y le impiden regresar a una simple condición animal o quizás algo menor.
Se siguen dando luchas que finalmente lograrán sus objetivos nobles. En lo político, por ejemplo, países como Venezuela, Nicaragua, Cuba, llegarán a la libertad tarde o temprano, por un camino o por otro. Hoy son naciones de esclavos. Colombia lleva varios años dando la batalla por la paz y no obstante la testarudez de algunos, la ceguera de otros, la dureza de corazón de no pocos, esta comunidad humana enarbolará tarde o temprano la bandera blanca que la identificará como nación capaz de ser plenamente humana y no regida por la ley del más fuerte, del más ladrón, del más corrupto.
Y se están dando otras batallas largas y difíciles, pero inevitables. Por ejemplo, la del respeto por la vida de los que aún no nacen y que han sido invisibilizados por toda una cultura del más fuerte, del más irresponsable, del culto al propio cuerpo. En los Estados unidos se acaba de dar un paso gigante a nivel del tribunal supremo que se niega a sostener que exista un derecho a matar niños en el vientre materno. Y, en Colombia, se oyen ya objeciones a la posibilidad de que esta matanza se pueda realizar hasta las 24 semanas del embarazo. Son luchas difíciles, que no gozan de buena prensa, en las cuales no hay espacios para el diálogo civilizado ni tiempo para reflexionar de modo humano. Sin embargo, hay que insistir. Y Dios sabrá por cuánto tiempo más.
Para muchas personas la tentación es bajar la guardia y abrir las puertas para que el lobo entre y se trague todas las ovejas, como lo advierte el Evangelio. Es como perder por cansancio y hasta por comodidad y con un eslogan muy superficial: “Que cada uno haga lo que quiera”. Un cierto espíritu burgués es propenso a ocultar la gravedad de los problemas y dejarlos anidar en el propio corazón como si nada pasara. La verdad es que las realidades que le han dado altura a la vida de cada persona y de las comunidades humanas son fruto de largas y penosas batallas que otros han dado por todos. Que no se nos pierda de vista esto para no pecar de ingratos ni dejarnos llevar sin más al holocausto de la humanidad, que sigue siendo la aspiración oculta de no pocas personas. En lo que a la salvación y liberación de los seres humanos se refiere siempre cabe el grito: ¡Paso de vencedores!