Lo leí en un chat de tertulia política y lo confirmé el domingo en una de las lecturas (Juan, 21) de la Santa Misa: Jesús se aparece a sus discípulos a orillas del mar de Tiberíades y al confirmar que nada habían pescado, les recomendó: “echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca” y entonces la echaron y casi no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Y en la Biblia se lee con insistencia que Jesucristo habrá de sentarse a la mano diestra (derecha) de Dios Padre, que se reconoce como la mano de la fuerza (Éxodo 15: 6), la autoridad (Apocalipsis 5: 1) y la bendición (Génesis 48:14) y la doctrina enseña que estar sentado a la diestra de Dios significa que Él comparte la fortaleza, la autoridad y la bendición de Dios.
¿Será pura coincidencia? Porque cuando alguien anda de malas o le va mal se le aplica el dicho “se levantó con el pie izquierdo” ¿O será que la derecha tiene su bondad intrínseca, su perfil y bendición celestiales y la centro derecha podría tener vocación de erigirse como la opción política más recomendable para guiar los destinos de Colombia y del mundo en momentos de crisis e incertidumbre? Porque la siniestra (izquierda, y todo lo que se le parece, comunismo, socialismo, etc.) han demostrado ser un desastre, un fracaso político, económico y moral, arrastrando consigo la cartilla entera de los derechos humanos; y con respecto al centro -el de Alejandro Gaviria, el de Sergio Fajardo- ahí está, sin aliento, lánguido, porque no atrae a nadie y sus actores, en vez de proponer cosas, perdieron el tiempo maldiciendo a Uribe y a Duque.
Y la explicación histórica para calificar los términos de derecha e izquierda, que encuentran su génesis en un puro convencionalismo, parece también encajar en la bondad de aquélla, hacia donde se inclinó el fiel de la balanza. Hacia 1792, en tiempos en que sesionaba en París la Asamblea Constituyente, en medio del fragor de la Revolución, las distintas facciones, bancadas o tendencias políticas se distribuían en el recinto según su ideología. Pero, como por inercia, a la derecha del presidente de la asamblea se situaron los girondinos, a la izquierda los montañeros y en el centro tomó asiento una masa informe (el hombre–masa) a la que se designó como el Llano o la Marisma.
Los girondinos, en su mayoría procedentes de La Gironde, deseaban restaurar la legalidad y el orden monárquico, mientras los de la Montaña, también conocidos como jacobinos -vociferantes y feroces, siguiendo los ímpetus de Danton, Marat y Robespierre- propugnaban por un Estado revolucionario y, en efecto, llevaron a la naciente Republique a un estado de caos y terror mientras se recomponían las instituciones y, por fortuna, aparecería el diestro Napoleón Bonaparte para poner orden en las cosas.
Post-it. Bueno sería que varios de los sacerdotes que ofician nuestras misas criollas aprendieran de Baltasar Gracián, jesuita aragonés y escritor insigne del Siglo de Oro, esa máxima que reza “lo bueno, si breve, dos veces bueno”, para ahorrarnos repetir ideas, conceptos y alargar eternamente unos sermones que en vez de cautivar aburren a la feligresía.