LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Agosto de 2013

Siria, dilema de Obama

 

Hace  ya algún tiempo Obama previno al presidente sirio, Bashar al-Asad, que si utilizaba armas químicas contra su pueblo estaría cruzando una “línea roja”, si la traspasaba, Washington intervendría en la guerra civil que afectaba ese país. En realidad Asad ha violado esa línea roja varias veces y Obama se ha hecho el de la vista gorda. La excusa es que no está comprobada la utilización de estas sustancias, prohibidas hace muchos años por numerosas convenciones internacionales y que necesita aprobación de la ONU. La realidad es que Obama no quiere enredar a su país en otra guerra después de las amargas experiencias de Irak, Afganistán e inclusive de la intervención en Libia. Y no es solo por el temor de comprometer tropas en conflictos no convencionales en los que los Estados Unidos no han obtenido resultados tangibles, han perdido buen número de hombres y han gastado ingentes sumas de dinero. Se trata, además, de que una intervención que asegure el triunfo de las fuerzas rebeldes estaría, probablemente, instalando en el poder a un régimen extremista islámico, aliado de Irán y Hezbolá (el grupo terrorista libanés), en un vecino de Israel y con costas sobre el Mediterráneo.

Aunque Siria es de mayoría sunita, el poder es detentado, desde 1970, cuando el padre de Bashar, Hafez, se tomó el poder mediante un golpe de estado, por una minoría alauita (10% de la población), secta del chiísmo y de allí su afinidad con Irán, teocracia chiíta y su prosélito Hezbolá. Los Asad han manejado a Siria con dureza, obviamente en detrimento de la mayoría sunita. Hay en Siria una importante minoría cristiana (algunos de cuyos miembros emigraron a Colombia en los años finales del imperio turco), con cuyo apoyo ha contado Asad por haber este sido condescendiente con ellos y por el temor de que un régimen chiíta sería duro para con ellos, tanto por razones religiosas, como por su alianza pasada con los Asad. Pero es un hecho que la rebelión siria está dominada por los extremistas chiítas y no por la mayoría sunita, a pesar de la ayuda importante que esta recibe de países sunitas como Turquía y Arabia Saudita.

Seguramente Washington, a pesar del apremio de Gran Bretaña y Francia, no quiere dar el golpe de gracia al régimen actual para que los extremistas accedan al poder, golpe que puede consistir en el bombardeo de las bases militares del régimen y de allí su reticencia a intervenir. El dilema de Obama está, además de haberse precipitado a amenazar a Asad, creyendo que bastaría para disuadirlo de usar armas químicas, de que el no cumplir sus intimidaciones, especialmente en un tema de violación de derechos humanos tan impactante, haría quedar al Gobierno de Washington, el garante del orden internacional, como un tigre de papel. ¿Alguna semejanza?