En nuestra infancia, la educación y la formación en principios y valores se iniciaban en el hogar. Y lo que era bien importante, se nos explicaba cómo teníamos que comportarnos ante nuestros semejantes. Las reglas de urbanidad se nos inculcaban con admirable insistencia. Como te vean vestido serás recibido, comentaba la abuela. La ropa podía estar remendada, pero siempre limpia e impecable. La higiene se iniciaba desde que uno se levantaba. Baño diario riguroso. La acera o la silla hay que cederla a los mayores o a las damas, la maestra debe ser respetada como una madre.
En mi caso personal, mis padres me enseñaron a decir siempre la verdad, desafiando todos los peligros. Se repetía que valía la pena correr peligros en aras de los grandes ideales. Según los antioqueños, el ocio esteriliza el alma y la pereza conduce irremediablemente a la mediocridad y a la frustración. De la vida hay que hacer una lección de dignidad y decoro. Si recibimos heridas, hay que reaccionar con magnanimidad. Si se contesta al odio con odio, ¿Cuándo se acaba el odio?
“La gente es irrazonable, ilógica, egoísta. Amala de todas maneras... La honradez y la franqueza te vuelven vulnerable. Sé honrado y franco invariablemente. El bien que hoy se haga se olvidará mañana. Haz el bien de todas maneras. Lo que has tardado mucho en construir, puede desaparecer de la noche a la mañana. Construye todos los días. Hay que dar a los semejantes y al universo-mundo lo mejor de uno mismo, pase lo que pase”. Esas eran algunas de las enseñanzas.
Los colombianos somos bien singulares. Un tipo muy conocido se acomoda a las siguientes características. “Promete más que cumple; más vanidoso que generoso; más rumboso que hospitalario. Quiere entrar a la política como senador, al gobierno como ministro; a los negocios como gerente. Es más fanfarrón que valiente, más temperamental que reflexivo. En lo amoroso pretender ser un Príncipe Azul. Inestable, soñador, impulsivo. Pasa rápidamente de la depresión a la alegría. Los de arriba trafican, los de abajo estafan. Los opulentos beben, los humildes son vagos. El gran desafío para el año 2017 es mejorar, corregir hábitos y luchar por objetivos más amplios, nobles y generosos.
La moral es la mejor síntesis en la vida de los hombres. La ética conduce al bien, a la honestidad, a la disciplina, al equilibrio. La política, la literatura, la economía, el humanismo, para que trasciendan, exigen un gran contenido moral. Los griegos hacían girar todo en torno a dos palabras: “La ética y la estética”. Esto lo comprende todo.
La mundología, divorciada de la moral, es el caos y el abismo. El juez de una persona es su propia conciencia.