LORENA RUBIANO FAJARDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Febrero de 2013

Epígrafe

“Asombra que yo no haya abandonado aún todas mis esperanzas, puesto que parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, me aferro a ellas, a pesar de todo, porque sigo creyendo en la bondad innata del hombre”

 

Reincorporada  a la rutina cotidiana y al entrar en la etapa final de mi carrera  de abogada de la Corporación Universitaria “Ideas”, me pongo en la tarea de actualizarme en los temas nacionales para ver qué ha ocurrido, durante mi prolongado éxtasis ambiental.

Agradezco todos los comentarios, críticos unos, con correcciones ortográficas otros y de apoyo a mis notas, que escribo  sin prevención, sin premeditación, y, lo más importante, sin censura y sin mayores pretensiones literarias. Creo que así como hablo escribo y sobre todo digo lo que siento y me nace.

Estoy esperanzada en que la comunidad nacional e internacional apoyen el traslado de la hermosa e histórica ciudad de Santa Marta, hacia otra bahía del Magdalena, para permitir sin tropiezos  a las multinacionales la benéfica exportación de carbón por su puerto.

Estoy esperanzada en que terminado el tratamiento médico a que están siendo sometidos los guerrilleros de la Farc en la paradisíaca isla de Cuba, para curarles la amnesia, el cansancio de 50 años de muertes y derramamiento de sangre y la falta de corazón, suspendan sus atroces ataques a los niños, mujeres y hombres inocentes y concilien con el Gobierno sus pretensiones política, económicas y sociales.

Que Dios nos provea del suficiente dinero, para pagar los costos de la paz, la nivelación en la rama judicial y los acuerdos con los cafeteros, los arroceros, los paneleros y con la Policía Nacional.

Poder invertir más en salud y educación para tener una generación sana y educada en universidades sin ánimo de lucro, responsables y comprometidas con la preparación de las nuevas generaciones. Es urgente invertir más en nuestros campesinos y campesinas para que no abandonen el campo. Queremos volver a consumir  maíz,  café, arroz, aguacates, producidos en el país y no importados.

Qué buen gesto sería el de los expresidentes o sus viudas renunciando a sus pensiones para que sean invertidas en programas contra la pobreza extrema. ¿Será que a César Gaviria, Andrés Pastrana, Belisario Betancur, Amparo Canal o Carolina Isakson de Barco, les hace falta esa platica para vivir? ¿Por qué los exmagistrados de las honorables Cortes y los congresistas no renuncian a sus altísimas mesadas, como un gesto de generosidad con el país?

lorenarubianof@gmail.com