La revista Bloomberg destacó, el pasado 21 de junio, que el anhelado regreso de Radamel Falcao al fútbol colombiano solo se dará por seis meses al año, ya que de lo contrario el jugador tendría que pagar nuestro oneroso impuesto al patrimonio. Para evitar ser residente fiscal colombiano, Falcao no solo deberá permanecer fuera del país al menos 182 días al año, sino que además deberán hacerlo su esposa y sus cuatro hijos. Además, deberá asegurarse de que sus activos en Colombia no constituyan la mayor parte de su patrimonio global. Paradójicamente, si Falcao fuese a cerrar sus cuentas bancarias y vender sus propiedades en el extranjero para disfrutar de los frutos de sus esfuerzos en nuestro país, el gobierno lo castigaría con una mayor carga tributaria.
Casi todas las economías avanzadas han descubierto que el impuesto al patrimonio es injusto, nocivo e innecesario. A diferencia de las rentas o los gastos, que se pueden medir fácilmente en términos monetarios, puede ser difícil avaluar los componentes heterogéneos de la riqueza personal, abarcando ahorros líquidos, propiedades y diversos instrumentos financieros. A diferencia del impuesto a la renta o el IVA, el impuesto al patrimonio es inevitablemente propenso a la arbitrariedad, favoreciendo generalmente a quienes se esfuerzan por ocultar la magnitud de su riqueza y castigando a los ciudadanos honestos.
Además de ser un impuesto injusto, también genera incentivos profundamente nocivos, sobre todo en nuestro mundo globalizado. Como demuestra el caso de Falcao, es una política que ahuyenta las inversiones, los ahorros y la misma presencia física de los colombianos más exitosos a nivel internacional, privando así a nuestra sociedad de su talento, esfuerzo, experiencia y creatividad. En países como Noruega, España, Francia y Suiza, los únicos de la OCDE por fuera de Colombia que cobran impuestos al patrimonio, la pérdida de algunos talentos es lamentable pero no catastrófica. En el caso de Colombia, un país en desarrollo que ha sufrido por décadas la emigración de sus grandes profesionales, cualquier política que intensifique la fuga de cerebros es inaceptable.
Finalmente, se trata de un impuesto innecesario por sus bajos niveles de recaudo. En el año 2023, generó alrededor de 1,8 billones de pesos para el fisco nacional, lo que corresponde a alrededor de 36,000 pesos anuales por cada colombiano, o a 1.2% del recaudo del impuesto de renta para el mismo año. El impuesto al patrimonio corresponde a menos de una décima parte del recorte presupuestal que prometió el ministro Bonilla para el año 2024. El impacto fiscal de abolirlo sería mínimo.
En el caso específico de Falcao, cuyo patrimonio es de alrededor de 430 mil millones de pesos, se trataría de un costo de 6,400 millones de pesos anuales. A nivel individual, es una suma inmensa de dinero, sobre todo porque corresponde a recursos que Falcao ya se ha ganado con el sudor de su frente. Sin embargo, a nivel nacional, corresponde a un recaudo anual de 128 pesos por habitante. En un país profundamente aficionado al fútbol, estoy seguro de que la gran mayoría de los colombianos preferiría tener al Tigre en casa todo el año antes que recibir 128 pesos adicionales del gobierno. La mera existencia del impuesto y su rechazo justificado por parte del goleador hacen imposibles ambos escenarios.
Todos los colombianos deberíamos oponernos al impuesto al patrimonio, salvo aquellos radicales que ven en la igualdad un bien incondicional, más importante que la prosperidad, la transparencia, la eficiencia y la justicia.