Propio de los años mozos es soñar y emprender acciones para lograr esas aspiraciones. La perspectiva de un mañana promisorio debe llevar a encauzar el presente para construir ese futuro. Así, es natural que se quiera reaccionar y actuar ante situaciones que se perciben amenazantes, con el propósito de derribar barreras.
Queridos jóvenes, a lo anterior no puede ni debe renuniciarse. Colombia y todas las generaciones anteriores han construido, avanzado y abierto caminos maravillosos para que ustedes continuén la tarea. En doscientos años de vida independiente, esos logros se han alcanzado a punta de prueba y error en muchos casos, pero siempre con el espíritu de afianzar valores, principios y postulados nobles. Así se ha ido moldeando el sistema democrático de nuestro Estado de derecho; un sistema en el que se busca la prevalencia del orden que permita garantizar la libertad para todos; en donde la igualdad, la equidad y las oportunidades sean universales.
Hay mucho camino por recorrer, pero, en cualquier caso, el Estado no es el enemigo, no es a nuestros congéneres a los que hay que perseguir ni contra los que hay que actuar. Uno y otros buscan el mismo fin.
Lo que se ha conquistado, que no es poco, ha sido gracias al trabajo de sus antepasados: sus padres, abuelos, entre otros, han entregado su vida luchando pacientemente por unos ideales, ejerciendo un oficio; años de dedicación, perseverancia, sacrificio y amor por esta tierra, pero sobre todo por ustedes. Este ejemplo debe servirnos para entender que el bienestar, la justicia, la igualdad, sólo se logran cuando cada uno y en colectivo, hacemos lo que nos atañe en cada estadio de la vida, con excelencia. A los jóvenes les corresponde prepararse; aquellos privilegiados que tienen la oportunidad de estudiar, a ello tienen que abocarse para abrir oportunidades a otros que no han tenido aún la fortuna de formarse adecuadamente.
Hace treinta años, al adoptar una carta de navegación que incorporó una importante carta de derechos, también se recogió sabiamente una serie de obligaciones que, de acatarse por todos, contribuyen contundentemente a una sana convivencia.
Jóvenes, no permitan que su naturaleza sensible, generosa, idealista, protectora de la vida digna, sea utilizada para destruir lo obtenido y mucho menos para cercenar sus legítimos anhelos.
Deben saber que la anarquía no es la solución ni el camino. Al contrario, es el escenario perfecto para ahogar cualquier ambición por conseguir un mejor país.
La verdadera resistencia, en el momento por el que atraviesa nuestra Nación, consiste en no dejarse tentar por quien nos quiere sacar del camino, para usar nuestra inocencia e idealismo. La verdadera resistencia está en dedicarnos con mayor fuerza, decisión y compromiso a formarnos en los espacios propios para ello. Hay que preguntar, interlocutar críticamente, pero con propósito definido y en el marco del respeto.
Es preciso tener claro aquello que queremos. La exigencia de respeto por nuestros derechos no puede llevarnos al contrasentido de irrespetar y pasar por encima de los demás; no está bien pretender abusar; la solidaridad social no puede ser un pretexto para generar caos y afectar negativamente a la Nación. En este camino no debemos ver como enemigo al Estado, sus instituciones y autoridades. Estas existen por y para nosotros. Nuestro poder soberano radica en la capacidad de elegir conscientemente a nuestras autoridades. No podemos desgastarlo atentando y pretendiendo suprimir la estructura que hemos diseñado para que nos proteja y garantice la paz y sana convivencia. Tenemos todos los mecanismos posibles a nuestra disposición y a nuestro favor; no los malgastemos.
Por @cdangond