Por cuenta del fangal en que se encuentra el futuro de los Acuerdos de Paz entre las Farc-Ep y el Estado colombiano, hemos dejado pasar otros problemas que siguen siendo graves y que, hacen parte de nuestro día a día sin que nadie les esté poniendo suficiente atención.
La prensa que le ha hecho seguimiento al doloroso caso de fleteo que ocurrió hace algún tiempo en el sector de Villa Alsacia de la alcaldía menor de Kennedy donde fue asesinado el joven comerciante Yeison Méndez, nos ha informado que su presunto asesino ya había estado encarcelado por un caso similar, pero que fue liberado anticipadamente merced a una ridícula indemnización que le pagó a su víctima.
La descripción de los hechos que dieron lugar a esa condena anterior, muestran un especial uso de la violencia contra las personas por parte del delincuente. Seguimiento detallado de la víctima, disparos contra su vehículo y atentado contra su vida, así como contra un funcionario público que aún en su descanso intervino para evitar el homicidio agravado.
No obstante semejante panorama, un fiscal no tuvo ningún problema en acordar con el detenido una indemnización de un millón de pesos a favor de la víctima para permitir su excarcelación anticipada de un establecimiento de máxima seguridad en el que estaba internado.
Semejante comportamiento de un fiscal no es extraño. La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ha tenido que llamar la atención de la Fiscalía en más de una ocasión por la falta de criterio y sindéresis de algunos de sus delegados a la hora de suscribir preacuerdos, de acordar penas o de entregar beneficios demasiado generosos.
Algunos fiscales delegados de Colombia parece que se hubieran formado en las más radicales escuelas de la criminología crítica y estuvieran buscándole (o mejor encontrándole) justificaciones a cada delincuente, cualquiera haya sido la naturaleza de su crimen. Parecen más sicoanalistas que Fiscales. Si mató a su esposa, es que probablemente fue abusado cuando pequeño; si es un redomado asesino, es que no tuvo oportunidades; si es un estafador de cuello blanco, es que cedió a la tentación. Siempre encuentran una disculpa para justificar al delincuente.
¿Y las víctimas? Bueno, siempre les encuentran alguna responsabilidad. Si es un caso de fleteo, por la imprudencia de sacar dinero en efectivo de un banco. Si es el robo de un celular, ya lo dijo Petro alguna vez: ¿Cómo se les ocurre usar el celular en la calle?
La Fiscalía General haría una gran labor, si empieza por definir como política general de las investigaciones, que quien sea procesado por delitos que impliquen el uso de la violencia contra las personas no merece ninguna consideración especial.
Estadísticamente está demostrado que quien es capaz de descerrajarle un par de disparos a un semejante por quitarle un celular o cualquier suma de dinero, casi nunca se redime. Siempre empeora.
De modo que si no pueden redimirlos, por lo menos hay que aplazarles al máximo su regreso a las calles.
@Quinternatte