VIVIMOS dentro de una democracia imperfecta, celebramos elecciones, pero supeditados a las equivocaciones y excesos del Estado roto que necesita urgentes reformas. Sabemos que su reordenamiento no puede apresurarse ni improvisarse, Colombia tiene que mantener así sea defectuosa la vigencia institucional, pero urge el cambio. En ello, tal vez mediten los integrantes de la Comisión de Sabios designada por el gobierno, sobre su conformación no existen reparos, sé que sus miembros se han distribuido en grupos de trabajo en ciencia, artes y tecnología, esos compatriotas comprenden que su tarea se dificulta ante el descaecimiento de la Constitución Nacional.
Espero que el esfuerzo no concluya en la encuadernación de recomendaciones, en el engrose de archivos, que se precise la forma de concretar el aprovechamiento de recursos. Los denominados sabios fueron llamados para asumir liderazgo en una Nación carente de este, oportuno que lo ejerzan e impulsen proyectos en beneficio comunitario, los mismos tocan con el Estado roto. Si bien algunos organismos como Colciencias avanzan, incrementan vínculos con la academia, al igual que instituciones privadas fortalecen programas, es protuberante que los dirigentes políticos se hallan inmersos en el clientelismo.
La importancia de la actividad científica y tecnológica en el campo ocupacional se expresa en la proporción de sus miembros en referencia al total de la población económicamente activa. La diferencia entre América Latina y Estados Unidos es drástica: más del 7 por mil para ese país y diez veces menor, 07 por mil, para las Repúblicas latinoamericanas.
Corresponde a la Comisión de Sabios resaltar que es factible incorporar la cultura del futuro, reconozco el interés del presidente de la República por el progreso, empresa ajena al quehacer de muchos congresistas y funcionarios públicos limitados a la puja por privilegios en medio de enfrentamientos, acostumbrados a participar en política en su condición de alfiles de partidos y movimientos anacrónicos.
Es indispensable erradicar el concepto de que el Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de negocios de la burguesía y sus clientelas dejando que la ignorancia, la corrupción y la violencia sigan haciendo de las suyas. Está bien que irrumpan con ideas coterráneos capaces preocupados por impulsar el desarrollo de Colombia y constituyan un equipo homogéneo de exposición inteligente que ayude a remendar el Estado roto.
Coda- Juan Esteban Constan acierta en su libro al afirmar que Álvaro Gómez Hurtado fue un pensador, se celebran cien años de su natalicio. Obsesionado con el tema del fracaso de la justicia sostenía que el valor esencial de la reconstrucción del Estado tiene que ser su reforma, hoy compartimos con mayor énfasis su razonamiento.