Los colombianos seguimos siendo el “patio trasero” de los Estados Unidos, como lo solía advertir el expresidente Belisario Betancur, uno de los mandatarios que con pundonor se atrevió a cantarle esa tabla a los vecinos del norte.
Esta vez, el hostil y arrogante gobernante gringo, la emprendió contra nuestro mandatario Iván Duque, porque -según él- no ha hecho nada para controlar los envíos de droga a su país.
Le sacó en cara la supuesta hospitalidad que le brindó en la Casa Blanca, cuando Duque lo visitó. Con gente como Trump no se puede tener confianza. Tal vez Iván se mostró dócil, creyéndolo su aliado, su amigo o el aliado de Colombia. No conocía la insolencia, la soberbia y altivez de un anfitrión que más adelante le lanzó un descomedido regaño, pese a considerarlo “un buen tipo” que debería hacer mucho por el dueño del norte.
Colombia, país, en el que vivimos, debería protestar por el irrespeto de Trump. Consideró que le debemos pleitesía, sumisión y reverencia. Que sus deseos son órdenes.
Pero lo más grave es que el propio gestor de Duque parecía embelesado y hechizado. Sumiso y opacado aceptó regaño y aún más: reclamó a Trump, una desertificación, aunque tardía, para el anterior gobierno. Quería que Santos se hubiera rendido a sus pies. Que volviéramos a narcotizar nuestras relaciones internacionales.
Hay que recordar a Uribe y a Pastrana, colándose a Mar a Lago, para saludar a Trump durante una reunión privada a la que no habían sido invitados. Querían regaños para Colombia, que no cristalizaron porque no son amigos del magnate y, al menos Uribe, no sabe jugar golf… y Trump no toma tinto cuando cabalga.
Duque debe saber quiénes son sus verdaderos amigos, sus aliados, sus confederados y quienes los que quieren utilizarlo, exprimirlo y manejarlo.
El expresidente y senador debe limitar sus ambiciones, debe entender que Duque es el presidente de los colombianos, por el que no solo votó el Centro Democrático.
Debe liberarse, aunque lo puedan calificar de traidor, infiel o judas. Colombia necesita un Duque firme y decidido, que no se deje regañar ni de Trump, ni de Rusia. Nada de un “buen tipo”: un buen Presidente, que salve esta patria, se convencido que necesitamos una paz estable y duradera, con verdad, justicia, reparación y no repetición, que impida el resurgimiento del paramilitarismo, la matanza de líderes sociales, que impida problemas como la minga indígena y tantas cosas más que ha tenido que afrontar durante estas últimas semanas.
El Presidente debe rechazar estrambóticos consejos que con zalamerías, lisonjas y adulaciones quieren imponerle, como aquellos del presidente del Senado el día de su posesión.
Duque sabe muy bien que es mejor andar solo que mal acompañado y que hay un país que quiere seguirlo, unírsele y respaldarlo. No más regaños, no malos consejos. En Colombia hay gentes capaces, que lo pueden rodear.
BLANCO: La aparición del nuevo pozo petrolero en Córdoba.
NEGRO: El atropello a la prensa por parte de las milicias venezolanas.