Que la amenaza del coronavirus es permanente no tiene discusión, sin embargo la mayoría de colombianos pareciera no tener conciencia de la situación. Mucho se han esforzado las administraciones y el Gobierno nacional para hacer entender los peligros y riesgos que corren las personas que no guardan o atienden las recomendaciones venidas de parte científica y autorizada. Da grima, por decir lo menos, ver cómo invocando la necesidad económica, grandes conglomerados hacen caso omiso a las recomendaciones y abandonan sus hogares sin las mínimas medidas de seguridad y arriesgando su salud ponen en peligro a los transeúntes, muchos de los cuales con las mismas necesidades si acatan las observaciones e indicaciones generalizadas en los medios de comunicación y redes sociales.
En su afán por evadir controles y autoridades, escuchamos conceptos traídos de los cabellos o venidos de impresiones irresponsables, donde se desvirtúa la verdadera dimensión del problema, minimizando la amenaza y desoyendo las estadísticas que nos informan como día por día se dinamiza la pandemia, desestimando la capacidad de respuesta en salud que pueda tener la región. Lo más grave del tema, es el daño que estas personas le puedan generar al entorno, pues encontramos grupos creyentes y persuadidos por aquellos irresponsables, que terminan confiando en lo pasajero del virus y en lo manejable para personas jóvenes y sin preexistencias en salud.
Descorazonador el asunto, que angustia del cuerpo médico que ha enfrentado con tanto compromiso y dedicación un reto sin precedentes en el país y observa ese comportamiento tan insensato de los ciudadanos. Las autoridades se convirtieron en controladores del cumplimiento a las reglas teniendo, como la policía los tiene, otros frentes que atender, donde la vida, honra y bienes de los ciudadanos están amenazados por grupos antisociales, que aprovechando el desconcierto y miedo, atentan contra las comunidades en todo el país. Tenemos una sociedad enferma y poco comprometida.
El Gobierno y las administraciones adelantan campañas de concientización rigurosas, formalizando los protocolos al extremo, buscando crear conciencia en la sociedad de que el compromiso es general, porque a la economía se le debe buscar salidas permanentes y dinámicas. No podemos hace oídos sordos a las quejas económicas que en el primer punto reconocemos como válidas, pero inconsecuentes y alocadas. Urge un gran acuerdo para reactivar la vida encuadrada en un marco de seguridad, prevención y mutuo apoyo.
En ese escenario nos invadirá una circunstancia bien singular, se trata de la lucha contra la costumbre, poco importa lo comprometida que esté la comunidad, hacer frente a la costumbre es complicado y por algo se dice que la costumbre es más fuerte que el miedo ya que ella genera paradigmas difíciles de romper. Venimos de una vida en comunidad confortable, amena y compleja de cambiar. Este será un nuevo reto, más consciente.