Varios hechos de estos días me obligan a volver sobre el tema de Venezuela: La OEA ha creado una misión técnica para evaluar los efectos críticos del éxodo venezolano que está afectando a todos los Estados de América del Sur, pero también a Panamá y algunos países del Caribe. Según Human Rights Watch, pasan de un millón en Colombia y son cientos de miles en cada uno de los otros países; la solicitud del expresidente Uribe quien dijo en plenaria del Senado que el principio de la no intervención es una excusa inaceptable porque hoy prevalecen las obligaciones de todos frente a todos, de acuerdo con la Carta Democrática y con las Naciones Unidas”, a lo cual hay que añadir los argumentos sobre “soberanía” de Venezuela; el viaje del canciller Trujillo a los Estados Unidos, en cuya agenda uno de los temas vitales fue el de Venezuela; y la entrevista que dio a Vicky Dávila, María Corina Machado, una dirigente de la oposición a Maduro, mujer valiente como ninguna que se arriesga todos los días frente a la dictadura.
La crisis migratoria es aterradora y supera con creces el problema de los europeos, que los ha puesto a buscar soluciones no fáciles y ha creado fisuras en la solidez de la Unión Europea. Pero se trata de países ricos. En el caso de Suramérica países como Colombia, con una alta tasa de desempleo, subempleo e inseguridad, tienen que hacer un esfuerzo sobrehumano para atenderla. El auxilio de la OEA, la ONU y los gobiernos europeos y americano no sólo es urgente sino vital, como lo ha dicho el presidente Duque.
La solicitud del expresidente Uribe coincide con la idea de que se necesita una intervención de la comunidad internacional, por medios legales, para lograr un cambio estructural en Venezuela. Ese país es un peligro para la seguridad del continente y los argumentos de la “no intervención” y la “soberanía” son nimios frente a una acción de la comunidad internacional regional. No hablamos de una intervención “violenta” sino, como dijo la diputada Machado, moral y jurídica. Si no, ¿para qué la Carta Democrática y las organizaciones políticas de la OEA y la ONU, cuya función es, precisamente, mantener la estabilidad del orden jurídico internacional?
El régimen de Maduro (y el de Chávez) no sólo se han venido robando el producto del petróleo (USD 100.000 millones por año) sino que también despilfarraron y se robaron una reservas en oro de otros 100.000 millones de dólares. Y, entretanto, el pueblo se muere de hambre y de falta de medicamentos. Todos los poderes del Estado están en manos del dictadorzuelo y sus compinches. Se trata de una autocracia criminal, mafiosa y narcotraficante, en la que el gobierno tiene sometidas a las fuerzas armadas porque ellas sí tienen comida y medicamentos.
María Corina es optimista y cree que el pueblo está firme en su resistencia al régimen, al que le augura una vida “corta” en términos relativos. Yo no comparto ese optimismo y tenemos el ejemplo de Cuba, donde el régimen lleva sesenta años y sigue tan campante.
Sin embargo, sí creo que hay mecanismos para salir de Maduro. Venezuela es un Estado –o mejor digo, país porque es un Estado fallido- monoproductor, que depende del petróleo ciento por ciento. Un bloqueo internacional, que tendría que incluir a la China, asfixiaría al gobierno. Pero los chinos están recobrando con el petróleo venezolano las deudas impagables que dejó Chávez. ¿Qué hacer, entonces? Boicotear el embarque de los tanqueros. Y Maduro se cae. No son declaracioncitas sino acción.