Desde la posesión de Gustavo Petro los colombianos vivimos una verdadera pesadilla. Vemos cómo avanza, amenazadora y sin sentido, la deconstrucción de lo que por tantos años se luchó por construir.
Hoy están amenazadas las EPS, nuestro seguro de salud nacional que da cobertura a el 98 por ciento de la población, al cual, con su reforma, Petro pretende, no mejorar sino destruir.
Igual sucede con Ecopetrol, la exitosa compañía de exploración petrolera y de otras riquezas del subsuelo que ha traído por décadas riqueza a Colombia. También plantea diferentes amenazas contra las universidades privadas colombianas, muchas de ellas orgullo de la Nación. La reforma al sistema de pensiones pretende pasar al control del gobierno nuestros ahorros, algo ya ensayado y fracasado. Fatales ideas del petrismo sacadas del idealismo comunista.
Hoy presenciamos las acciones de un gobierno desarticulado en todos los frentes. Los ministros actúan sin norte. Permanentemente se contradicen. Sus actuaciones son erráticas y, desgraciadamente, muy costosas para el país. Ese es el caso de los enredos creados por Álvaro Leyva como canciller, en el caso de la contratación de pasaportes y todo el “novelón” salido de sus irresponsables actuaciones.
Bien se puede decir que, si hay alguien conspirando para derrocar a Petro es su propia gente, con sus actos de corrupción, ineficiencia, inexperiencia, e incongruencia. Comenzando por los escándalos creados por su propia familia, su hijo, nuera, hermano, esposa, y mejores amigos, como son Laura Sanabria y Armando Benedetti. ¡Con amigos así para qué enemigos!
Pero no podemos olvidar su fanatismo político. Petro y su gente están encandelillados por ideas izquierdistas caducas, descartadas como nefastas en la mayor parte del mundo, como son, la centralización de todas las instituciones en el gobierno, la eliminación de la industria, el desarrollo, la propiedad y la educación privada. Ideas que en el siglo XX llevaron a hambrunas, miseria y muerte a millones de personas en China, La Unión Soviética y otros estados comunistas.
El 6 de marzo vamos a marchar contra personajes como Alfonso Jaramillo, ministro de salud quien, sin pestañar, declara que no le da miedo creer en la “Utopía socialista”. Pues miedo le debería dar al ver la destrucción y pobreza que esa utopía ha causado en Venezuela y Argentina, antes los más ricos del Continente y hoy agobiados por la miseria.
Pero, Petro parece no entender la caída libre en que va su gobierno y radicaliza su posición comunista. Sin reparo está creando grupos milicianos, copiados de los de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Para la muestra, las milicias indígenas que ya hemos visto actuar.
Su ataque contra el ejército ha sido certero, ha descabezado a muchos de los militares más destacados, nombrando ministro de Defensa a un enemigo de las fuerzas públicas, entregando a excombatientes del M19 la Dirección Nacional de Inteligencia y otras agencias de seguridad e Inteligencia del Estado.
Y ahora nos sorprende con los recientes nombramientos de “amigotes izquierdistas”, sin conocimientos o experiencia administrativa, en institutos tan sensibles para la estabilidad y crecimiento económico de la nación como son Planeación Nacional, La dirección del Presupuesto del Ministerio de Hacienda y la DPS.
Así, de un plumazo, cambia técnicos por comunistas convencidos, la fórmula perfecta para ahondar las pesadillas que vivimos.
¡Contra esto y mucho más, vamos a marchar!