MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Octubre de 2013

Tres libros

 

La vida está atravesada por la muerte. Es indudable que cada respiración implica la muerte de muchas células, la oxidación de nuestro cuerpo. Desde el momento en que nacemos también empezamos a morir. En las últimas semanas he leído tres libros que tienen que ver con la muerte y que les quiero recomendar, La Ridícula Idea de no Volver  a Verte, de Rosa Montejo, Lo que No Tiene Nombre,de Piedad Bonett, y Bajo la Misma Estrella,de John Green. Los dos primeros inspirados en la vida real de las autoras o mejor en la muerte que cada una tuvo que afrontar después de la muerte de Pablo el esposo de Montejo y de Daniel el hijo de Bonett.

El caso de la novela de Green es distinto, pero es evidente que un escritor nunca cuenta nada que no haya vivido de manera cercana por él. Siempre en la narrativa de quien escribe está la descripción de sentimientos que tienen que haberse experimentado de una u otra forma. Pues bien en esa novela, los protagonistas están enfermos de cáncer. Son niños y adolescentes que arrastran tanques de oxígeno, que han sufrido amputaciones de sus extremidades y cuyo diagnóstico de vida es el peor.

Curioso leer tanto sobre la muerte, tal vez pueda servir para recordar que estamos vivos, que cada día debería ser una celebración y menos una rutina pesada de obligaciones. No sé a ustedes, seguro que no les pasa, pero a veces me descubro autómata, cumpliendo con el deber ser, yendo de un lado para otro evacuando una agenda preestablecida con días de anticipación, olvidando que la vida no respeta libretos y que en cualquier momento y sin previo aviso las cosas, la buena vida, la rutinaria vida puede cambiar.

Claro hay tragedias que avisan, muertes que se intuyen, enfermedades que se desarrollan, pero al fin de cuentas, todos sabemos que ese es el común denominador de nuestras existencias. Por eso independiente de cómo nos vayamos a morir, la principal preocupación debería ser cómo estamos viviendo y si esa forma nos produce felicidad o al menos tranquilidad.

Cuando trascendamos los que queden nos recordarán no por la forma como nos fuimos sino por la manera en que vivimos y creo que no es necesario esperar a que lleguen las desgracias un día cualquiera, aprender de las experiencias y relatos de los/as otros es suficiente y más aún cuando el mensaje tiene tanto sentido en términos de hacer ajustes pequeños para disfrutar esto que llamamos vida.