MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Abril de 2014

Sociedad fracasada

 

Hay  delitos de delitos que conmocionan a nuestra sociedad y que nos revuelven las tripas y producen reacciones colectivas de indignación.  En mayo del 2012 fue el brutal asesinato de Rosa Elvira que generó la movilización de muchas mujeres y hombres que reclamamos con rabia una mayor severidad en los castigos de este tipo de crímenes. En ese entonces escribí la correspondiente columna de solidaridad, reflexionando acerca de las penas que los hampones y asesinos en este país pagan, o mejor dicho, que no pagan, porque matar a otro ser humano, agredirlo, violarlo, extorsionarlo,  tiene rebajas por buen comportamiento, cooperación con la justicia y un largo etcétera que termina por favorecer al verdugo y humillar a la víctima.

Hoy de nuevo indignados reclamamos justicia en el caso de Natalia Ponce de León quien muere estando viva, porque podrá ser una mujer muy fuerte y valiente, pero lo que le sucedió, nunca le devolverá la vida que tenía antes del ataque infame con ácido sulfúrico.

De nuevo enuncio que este tipo de personajes como Jonathan Vega es un ser cuya infancia con seguridad fue un infierno. Y no lo justifico a él ni a ningún asesino, pero sí trato como siempre de señalar que la genealogía de nuestro fracaso como sociedad radica en los primeros años de vida, cuando los niños y niñas están a la merced de crianzas funestas, en donde son sometidos a la indiferencia, abandono y abuso de sus padres y cuidadores. No importa el estrato social ni económico, lo cierto es que un asesino, un ladrón, un estafador o un genocida, se forja desde sus primeros años de vida, y la desgracia de las experiencias futuras en su existencia le ratifican la estructura emocional que le permite cometer el tipo de crímenes que ejecuta.

Somos un fiasco de sociedad. Ocupamos el último lugar en las pruebas PISA y nadie capta la correlación entre el nivel educativo tan bajo y el tipo de comportamientos asesinos que se vive en Colombia. En Economía eso se estudia a través de las externalidades que cuando son positivas como en el caso de la educación, implica que en la medida de un mayor nivel educativo, los índices de violencia son menores.  Simple.

Ocupamos con Pakistán y la India el país en el mundo donde más se cometen ataques utilizando ácido sulfúrico. Nuestro nivel de salvajismo es en realidad muy alto. Tal vez el único indicador que nos salva es que somos a pesar de nosotros mismos, uno de los países más felices del mundo. Vaya esquizofrenia colectiva la que sufrimos.