Cayetana
El arrojo y el goce por la vida de Cayetana, Duquesa de Alba, hacen sonreír mi corazón. Ya quisiera yo dentro de unas décadas, si me encuentro sola al llegar a mis 85 años, encontrar en mi camino un “joven” sexagenario tan bien plantado como Alfonso Díez, para que me haga la corte, me enamore, se case conmigo y acepte ser el compañero de mis últimas sevillanas o, al mejor estilo latinoamericano, de mis últimas cumbias. ¿Quién no desea un hermoso y elegante hombre para quemar con él los últimos cartuchos?
El matrimonio de Cayetana, la mujer con más títulos nobiliarios en Europa y los millones que acompañan esos títulos, hizo olvidar, por unas horas, a los españoles las penurias económicas por la que atraviesa España y el resto del continente y a nosotros los colombianos la inundación de escándalos por corrupción y otros “pecadillos capitales”, que están a punto de ahogar nuestro país.
A aquellos que piensan que el amor y las canas no combinan y que este matrimonio fue un espectáculo ridículo o absurdo, les digo: esperen a tener esa edad, a ver… y después hablamos.
Steve Jobs, genio fundador de Apple y líder de la era virtual, quien coincidencialmente murió el mismo día del matrimonio de Cayetana, decía: “Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir tu corazón”. Qué increíble descubrir cómo dos personas tan diferentes y distantes, en tiempo y espacio, como fueron Steve y Cayetana, pensaran igual.
Y, hablando de desnudez, poco le importó a la novia que, unos días antes de la boda, la revista española Interviú publicara algunas fotos de ella desnuda. Este desatino de la prensa fue tomado por la Duquesa con el mismo desenfado que la ha caracterizado siempre. No en vano, esta Cayetana es descendiente directa de aquella Cayetana pintada por Goya, que todos conocemos como “La maja desnuda”.
El amor es la savia de la vida. No es sino ver fotos de Cayetana antes del noviazgo, cabizbaja y anclada a una silla de ruedas, y verla ahora, con su vestido color rosa, bailando descalza, sevillanas, como una joven doncella.
Muy inteligentemente, la Duquesa acalló la oposición de sus hijos repartiéndoles unos “pesitos” de su herencia que, se dice, fueron aproximadamente unos 100 millones de euros por hijo, para que no pasen hambre, los muchachitos. Y distribuyendo sus palacios y “casitas” entre ellos, para que tengan un techito asegurado.
Fue muy alegre ver al pueblo sevillano celebrar con la airosa Cayetana cuando, después de la ceremonia, la novia salió del Palacio de las Dueñas a saludar a los allí reunidos. Las sevillanas sonaron y la octogenaria Cayetana abrió el baile cortejada por su galante esposo y los aplausos y vivas estallaron. Esto va para probar que el mundo ama a los que aman.