MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 10 de Julio de 2013

No a gobiernos teocráticos

 

Los pueblos de Turquía y Egipto han dicho ¡no más! a gobiernos electos democráticamente, pero que bajo esa apariencia democrática, cada día se convertían más en gobiernos teocráticos, al estilo de la extrema musulmana, tratando de gobernar de acuerdo con la ley sharia,  asesorados por imanes. Esto fue ocurriendo de una manera muy sutil en el gobierno del primer ministro turco Recep Tayip Erdogan y de una manera rápida y frentera, en el gobierno, ya depuesto del presidente de Egipto, Mohamed Morsi.

En junio los parques y calles de Estambul, y de las ciudades más importantes del país, fueron tomados por ciudadanos, molestos por los planes del gobierno para tumbar más de 600 árboles en la Plaza Taksim, el parque más importante y tradicional de Estambul, para construir allí un centro conmemorativo de la religión musulmana y una inmensa mezquita.

Dichos planes de construcción fueron solo la chispa que prendió la bomba del descontento acumulada por un pueblo acostumbrado, desde los años de Kemal Ataturk, a gobiernos seglares, respetuosos de la división entre Estado y religión. Desde el comienzo del gobierno de Erdogan, este ha ido derogando ciertas prohibiciones que tenían como objeto, precisamente, mantener esa importante división, como aquella que prohibía  a las empleadas en el gobierno usar el velo o taparse la cara. En los primeros días de junio apareció una ley prohibiendo la venta de bebidas alcohólicas en espacios públicos, después de las 10 de la noche, y así pequeñas cosas, que, poco a poco, han ido convirtiendo a un Estado laico en uno cercano a la ley musulmana. Esto indignó a aquellos ya acostumbrados a una Turquía moderna, muy europeizada. En especial, a la clase media y a la juventud.

La fuerza de las protestas hizo ceder a Erdogan en lo del parque. Pero, este es solo el comienzo del enfrentamiento entre dos tendencias muy fuertes y muy dispuestas a no ceder más. Una partidaria de un gobierno islamista y otra deseosa de defender, a toda costa, un gobierno seglar.

Lo de Egipto fue mucho más dramático; hace dos años, después del derrocamiento del dictador Mubarak, el pueblo eligió a Mohamed Morsi, representante de la Hermandad Musulmana, quien se comprometió a hacer un gobierno conformado por las diferentes tendencias y respetuoso de las leyes seglares. Nada de esto se cumplió, Morsi pasó una nueva Constitución basada en la ley sharia, en la cual, por ejemplo, las mujeres perdieron muchos de los derechos ya adquiridos.

En medio de una gran crisis económica Morsi dio más importancia a la islamización del país que a enderezar la economía, crear empleos y derrotar la pobreza. Una gran parte del pueblo se manifestó en su contra y hoy el ejército ha disuelto su gobierno y ha colocado un gobierno provisional mientras llama a elecciones.

En Egipto, como en Turquía, el pueblo está profundamente dividido. Sin embargo, es claro que en ambos países una gran parte de la población no está dispuesta a retroceder hacia gobiernos teocráticos.