MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Septiembre de 2013

Veneno en el aire

 

La  crisis en Siria es venenosa en todo sentido. Es venenosa por el uso comprobado de armas químicas por el gobierno de Bashar al Assad en contra de sus enemigos y de la población civil y, de acuerdo con las acusaciones y del mismo Assad respaldadas por su amigo Vladimir Putin, el uso también de armas químicas  por los enemigos del régimen, en su mayoría pertenecientes a la Hermandad Musulmana, para forzar la intervención de Estados Unidos y las naciones de Occidente en contra del gobierno.

En esta confrontación todo es tóxico, las armas, el brutal odio y crueldad entre los combatientes en esta guerra civil la cual ya ha causado 100 mil muertos, aun la cantidad de mentiras que todos los involucrados, directa o indirectamente han dicho.

Para comenzar Assad, quien había venido negando la posesión de este tipo de armas, acepta ahora, para evitar una intervención armada de EE.UU. en Siria, que se revise su arsenal, reconociendo así que sí lo tiene.

El comandante de los rebeldes aseguraba no haber recibido ayuda de los Estados Unidos, sin embargo, se ha comprobado que la CIA ha estado ayudando a los rebeldes con armas ya desde hace un tiempo. Estos mismos rebeldes afirman que solo las fuerzas del gobierno torturan, violan y cometen crímenes atroces. No obstante el último informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, publicado recientemente, confirma que ambos bandos, tanto el gobierno de Assad, como los rebeldes, algunos de ellos pertenecientes a Al Qaeda, han cometido crímenes contra la humanidad.

Obama se ha caracterizado por una débil posición, desde hace más de dos años, un día amenaza y otro retrocede.  Quizá porque es poco lo que EE.UU. puede ganar con la caída del régimen de Assad. ¿Es acaso que ayudar a las milicias de la Hermandad Musulmana a tomarse el país va a impulsar la formación de una democracia en Siria? Ya vimos lo que pasó en Egipto con el gobierno de la Hermandad y el caos que se vive en Libia después del derrocamiento de Gadafi.

En los países donde la “Primavera Árabe” depuso a autócratas como Assad, la ilusión de crear democracias en su remplazo se ha desvanecido y el remedio ha resultado peor que la enfermedad.

Igual de catastrófica ha resultado la intervención de Estados Unidos en Irak o Afganistán, países hoy en medio de sangrientas guerras internas después de la intervención norteamericana.

Este es un problema netamente musulmán, entre shiitas y sumís. ¿Por qué no dejar que la Liga de Países Musulmanes solucione sus propios problemas? ¿Pero, cómo permanecer imparciales ante el uso de armas químicas?

Mientras Putin, quien ha mostrado un fuerte liderazgo en el asunto, y un indeciso Obama discuten posibles soluciones, el mundo se pregunta si esta es la guerra a que se refería en la Biblia el profeta Isaías, en sus profecías sobre el fin del mundo: capítulo 17, versículo 1. ”He aquí, Damasco dejará de ser ciudad y vendrá a ser un montón de ruinas”.