MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 13 de Noviembre de 2013

¡Nos han mostrado los dientes!

 

Los recientes sobrevuelos de dos aviones rusos, Tupolev 160, sobre espacio aéreo colombiano, sin autorización del  Gobierno, con seguridad no tienen nada de casual. Menos, cuando dichos vuelos salieron de una base aérea venezolana, se dirigieron hacia una nicaragüense y, luego de un tiempo de permanencia en Nicaragua, retornaron a Venezuela volando otra vez sobre espacio aéreo colombiano.

Para nadie es un secreto la creciente tensión que existe entre Colombia y Nicaragua, por la disputa sobre las aguas y la plataforma submarina que rodean el archipiélago de San Andrés y Providencia. Más claro no canta un gallo, Nicaragua y sus amigos, Rusia y Venezuela, nos han mostrando los dientes. Vladimir Putin es un  hombre que no da puntada en falso. Su liderazgo es indiscutible, tanto que acaba de ser nombrado como el personaje más influyente del mundo por la revista Forbes, por encima de Obama, el Papa Francisco y el Primer Ministro chino.  

Sus amistades son claras, y no teme demostrarlo. Así lo hemos visto en su enérgica y astuta defensa de Irán y Siria, otros amigos y aliados. Todos países enemigos, en mayor o menor grado, de Estados Unidos y, por asociación, de Colombia.

El difunto Hugo Chávez dejó bien asegurada la alianza de Venezuela con Rusia. En especial, Putin agradece la compra millonaria de armamento ruso efectuadas por Venezuela a su país. Tampoco podemos ignorar que los “amores” de Putin van hacia los regímenes socialistas, herederos del comunismo en el que él se crió y del cual formó parte,  nada menos que como jefe del KGB.

Por lo tanto, Nicaragua y Venezuela son sus aliados naturales, como lo es Cuba; son “paridos por la misma madre”, el comunismo internacional, hoy rebautizado en Latinoamérica, como socialismo del siglo XXI.

Así que tomemos nota. Los bloques existen y Colombia está en una posición débil. No ha desarrollado una estrategia de alianzas fuertes con países que nos respalden en este caso. El presidente Santos dedica todos sus esfuerzos a su reelección y a las conversaciones de paz con las Farc en La Habana. El problema con Nicaragua está gravemente relegado a segundo plano.

La sosa nota de protesta, tan propia de nuestra débil y temerosa Cancillería, sobre dicho sobrevuelo, ya fue contestada por los rusos con una nota igual de insípida, donde, sin darle la menor importancia, asegura que los aviones rusos sobrevolaron el espacio aéreo colombiano en “estricta conformidad con las normas internacionales para el uso del espacio aéreo”.

Peor aún fueron las ridículas amenazas proferidas por el senador Roy Barreras, quien pidió al Gobierno derribar los T-160, si vuelven a irrumpir en el espacio aéreo colombiano, algo que denota su total desconocimiento de los protocolos que existen para tales casos y la absoluta incapacidad de cumplir sus amenazas.

Colombia debe darse por notificada, existe una alianza en la mesa en su contra y nos acaba de destapar las cartas.

Sin perder más tiempo, es necesaria una política agresiva internacional que presente nuestro punto de vista. Hoy más que nunca necesitamos amigos.