MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Enero de 2014

HILANDO FINO

La hermosa Boyacá

“Visitarla es abrir las puertas del pasado colonial para  disfrutar la belleza”

EL  departamento de Boyacá, en Colombia, es un tesoro donde a cada paso encontramos joyas arquitectónicas, la huella de nuestra historia y bellezas naturales; es un lugar inagotable en sorpresas y placeres.

En Boyacá hay de todo. Aquí nos rodea la historia de  sus antiguos pobladores, los Muiscas; la fantástica herencia arquitectónica de la Colonia, y fácilmente podemos seguirle los pasos a  Simón Bolívar en su Campaña Libertadora visitando lugares donde se libraron las batallas más importantes de la independencia colombiana: el Puente de Boyacá y el Pantano de Vargas.

Boyacá está salpicado de pueblos coloniales, antiquísimas iglesias repletas de tesoros religiosos, hermosos lagos, como el de Tota - el mayor de Colombia-, lagunas cargadas de leyendas, Parques Nacionales como el del Nevado del Cocuy, artesanías encantadoras y una original y deliciosa gastronomía, además de la más variada topografía; zonas semidesérticas, como el desierto de la Candelaria, cercano a Villa de Leyva, una de las más bellas poblaciones  coloniales  de Colombia y campos y montañas con tonalidades de verde jamás imaginadas. Todo esto complementado por los boyacenses, gentes amables, educadas y sencillas, algunas de las cuales aun usan expresiones como “su merced” que suenan tan dulce en nuestros oídos cansados de tanta vulgaridad vigente. Para mí, venir a Boyacá es abrir las puertas del pasado colonial y atravesar su umbral para disfrutar tradiciones y paisajes como salidos de un libro.

El mejor lugar para comenzar es Tunja, antigua capital del Nuevo Reino de Granada,  a sólo  87 millas de Bogotá. De todas las  joyas coloniales de esta ciudad la más hermosa es, sin lugar a dudas, la deslumbrante Capilla de la Virgen del Rosario, en la Iglesia de Santo Domingo, quizá la más importante obra del barroco americano. No dejen de visitar otros lugares maravillosos como la Catedral,  la Iglesia de Santa Bárbara, la Capilla Museo de Santa Clara la Real, con sus muros y techos rojizos, decorados al estilo mudéjar,  y  su excelente colección de pinturas por Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, la Casa del Escribano Don Juan de Vargas, con su cielorraso pintado con hipopótamos y elefantes y símbolos cristianos, y la Casa del capitán Gonzalo Suarez Rendón, fundador de la ciudad.

Y ahora a “puebliar”, pues visitar pueblitos es uno de los grandes placeres de Boyacá. Hay que ir a comprar artesanías a Ráquira, ruanas, gualdrapas y toda clase de artículos de lana cardada en Nobsa, deliciosos dulces en Iza, Tibasosa y Moniquirá, longanizas en Sutamarchán, y a visitar templos  y conventos coloniales como los de Monguí, donde también se puede ver el Puente de Calicanto construido en 1692. Si lo religioso es lo suyo, entonces hay que visitar a la Virgen de Chiquinquirá, para muchos milagrosa.

Paipa es ideal para descansar en uno de sus hoteles con aguas termales o con la hermosa vista del lago Sochagota. En este encantador pueblo se fabrica el famoso queso Paipa y unos excelentes pandeyucas y almojábanas.

 A Villa de Leyva habrá que dedicarle otra columna, pero no se despida de Boyacá sin visitar en el Museo del Fósil, el Kronosaurio, uno de solo dos existentes en el mundo.