María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 30 de Marzo de 2016

HILANDO FINO

Una gran riqueza perdida

 

LOS yálanda, pobladores de Tierra del Fuego, anteriores a la llegada de los conquistadores, aunque no poseían escritura, tenían una lengua inmensamente rica, musical y colorida. Un vocabulario tan variado que contaba con más de treinta palabras para describir el color verde y otras tantas para nombrar las playas, los familiares, la nieve y, así, muchas más.

 

Esta lengua se dejó de usar al morir el último de la raza en 1904. Afortunadamente desde 1870, el  pastor anglicano Thomas Bridges, quien había establecido su misión en Ushuaia, la ciudad más austral del continente americano, con dedicación venía registrado sus palabras en un diccionario yálanda-ingles. Así, Bridges preservó para la humanidad este invaluable tesoro.

 

No sucede así con otras lenguas primitivas que han muerto con los últimos de su raza. De la mayoría de ellas no queda récord alguno.

 

La desaparición de una lengua es una inmensa riqueza perdida. Con ella se esfuma la manera de comunicarse de un pueblo, la imaginación de sus expresiones, su colorido fonético, la musicalidad de sus canciones y sus poemas. Con su desaparición, se borra parte integral de la existencia de quienes la hablaron.

 

Bien han sabido los conquistadores, invasores o colonizadores de todos los tiempos, que la mejor manera de someter a los pueblos es reprimiendo su idioma. De esa manera destruyen el alma de su nacionalidad y doblegan el espíritu de los sometidos.

 

Según la Unesco, de las más de 6.700 lenguas censadas en la tierra, más de 2.500 están en riesgo de desaparecer. De acuerdo a las investigaciones, cada dos semanas desaparece una “lengua madre”. De continuar este proceso, en pocas décadas se habrán extinguido la mitad de ellas. En Colombia, 68 lenguas están en peligro de desaparecer, 62 en Perú, 144 en México, 190 en Brasil. Los números son semejantes en Oceanía y África.

 

Al contrario, en Europa muchas lenguas, como el vasco y el galés, se han fortalecido debido a la insistencia y tenacidad de quienes las hablan y las consideran un factor decisivo de su identidad. Es así como el número de personas que las utilizan están en aumento a diario y su enseñanza es obligatoria.

 

Pueblos como el ktunaxa, de Norteamérica, donde solo un grupo de ancianos mantienen su lengua, están recurriendo al internet para interesar a los jóvenes e impedir su desaparición.

 

En este mundo globalizado, la presión sobre las tribus primitivas para que se integren a una sociedad cada vez más homogénea es inmensa. Si un pueblo quiere participar de los beneficios de la era moderna debe hablar alguno de los idiomas dominantes, como el inglés, el español o el chino, con los cuales se maneja casi toda la información actual.

 

Los lingüistas de la National Geographic, quienes han desarrollado un importante trabajo de análisis y seguimiento de este tema, consideran que: “cerca del 80 por ciento de la población mundial habla solo ochenta y tres lenguas, mientras que tres mil lenguas son habladas por solo el 0.2% de la población”. Los investigadores coincidieron en que la pérdida de una lengua “es un erosión de la base del conocimiento humano”. Hoy, no son pocos los esfuerzos que se hacen por la preservación de las lenguas, un valioso tesoro de la humanidad.