María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Lunes, 4 de Mayo de 2015

HILANDO FINO

Más de un millón de firmas

 

Todas las ciudades y pueblos de Venezuela se llenaron de filas y filas de ciudadanos ansiosos por firmar a favor de la convocatoria de un referendo revocatorio del mandato del presidente Nicolás Maduro.

 

El pueblo venezolano se volcó a las calles a hacer largas filas. Esta vez no es para comprar comida, medicinas o elementos de primera necesidad, como es usual de unos años acá, sino para mostrar su rechazo al gobierno dictatorial de Maduro.

 

Nada, ni los insultos y amenazas de los amigos del régimen, ni el sol más inclemente, ni la lluvia, logró detener a los firmantes.

 

Al contrario, fue  fácil ver el ambiente de compañerismo, resolución y valentía palpitante en esas filas. En poco tiempo se recogieron siete veces más de las necesarias para iniciar el proceso. El pueblo habló, yo diría gritó; ¡Fuera Maduro! ¡Fuera la corrupción y el desgobierno!

 

Y es que la escasez de todo, hasta de los productos más indispensables, como el aceite, leche, pañales, papel higiénico y medicamentos, sumado a una inflación de más del 700 por ciento y, ahora, cortes diarios de luz por varias horas, tienen al país al borde de un colapso económico y una crisis humanitaria.

 

Pero Maduro, en su inmensa insensatez, pretende ignorar la voz de su pueblo, la angustia y desesperación de los venezolanos, y con su acostumbrado lenguaje patán, vocifera que todo es un complot en su contra, planeado desde Colombia por el expresidente Uribe, o desde Estados Unidos por la CIA, o desde el mismísimo cielo.

 

En sus desencajados discursos saca de su bolsa de falsedades las más increíbles mentiras y conjeturas, tan descabelladas, que es difícil pensar que alguien las crea. Sus incongruentes alocuciones más parecen las de un hombre desquiciado, que las de un gobernante.

 

Lo grave es que sus delirantes palabras promueven el odio y la insensatez en unos pocos, porque siempre hay gente que se deja engañar, o comprar. Y esos pocos están dispuestos a hacer lo que su jefe les ordene o les insinué.

 

Crear grupos de ciega obediencia, fáciles de manipular, fue siempre el propósito del difunto Chávez, cuando, aconsejado por los Castro, creo en Venezuela las milicias, copia exacta de las cubanas que han ayudado por décadas a mantener al pueblo cubano sometido al yugo, primero de Fidel, y ahora de Raúl.

 

Esas milicias, bien pagadas, entrenadas y armadas, son capaces de hacer lo que sea necesario para sostener el régimen de Maduro. Me temo que nada las detendrá. Lamentablemente, creo que estamos ad portas de un derramamiento de sangre.

 

La gran mayoría de los venezolanos, que son gente de bien y de paz, quieren un cambio por los canales democráticos existentes, para que se manifieste la voz del pueblo sin violencia. Pero Maduro no parece capaz de someterse a la voluntad popular.

 

Ya ha dejado claro que la opinión de los ciudadanos poco le importa. Sus aliados en el Consejo Nacional Electoral harán todo lo posible para demorar la autenticación de las firmas y dilatar el proceso, y las milicias están prontas a crear terror.

 

La voz de la inmensa mayoría será pisoteada y, poco a poco, se ira acercando la cerilla encendida a la pólvora. ¿Cuándo explotará el pueblo? ¿Hasta cuándo aguantará ser pisoteados? Ojalá jamás se llegue a una violencia fratricida, pero, desgraciadamente, creo que no hemos visto lo peor.