MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Jueves, 26 de Abril de 2012

El Rey y el elefante

 

Siempre he pensado que las monarquías son paquidermos del pasado, que no tienen lugar en el siglo XXI y, por lo tanto, están llamadas a desaparecer.

Que por pertenecer a esta o a aquella familia algunos reciban jugosos sueldos del Estado, no paguen impuestos, vivan gratis en fastuosos palacios, tengan que ser permanentemente cuidados por equipos de seguridad y, además, haya que hacerles venia, me parece totalmente absurdo.

Sin embargo, de todas las monarquías, la menos fantasiosa y ociosa me parecía, hasta ahora, la española. El rey Juan Carlos ha tenido un papel aglutinante en su pueblo. Su sencillez, la de la reina Sofía y la de sus hijos, era un ejemplo para la mayoría de casas reales tan rimbombantes, escandalosas y arcaicas. Por eso creo que realmente se le fueron las luces al monarca español cuando se le ocurrió irse a cazar elefantes a Botswana, aparentemente acompañado de su “amiguita”, la princesa alemana CarinnaZuSayn-Wittgenstein.

¿Por qué tanto escándalo por la cacería del Rey? Para comenzar, Don Juan Carlos es presidente honorario del World Wildlife Fund (Fondo Mundial de Vida Silvestre). No es este un club de caza; al contrario, esta organización dedica grandes esfuerzos y capital a la defensa de los animales. El WWF es completamente opuesto a todo lo que pueda lastimar a un animal, más a aquellos en vía de extinción, cuya población ha disminuido alarmantemente, como son los elefantes africanos.

Pero lo peor de la famosa cacería fue el despliegue de riqueza del monarca, precisamente cuando en España más del 22 por ciento de la población está desempleada, entre ella 40 por ciento de los jóvenes; cuando el Gobierno se ha visto obligado a recortar gastos en educación y salud; a reducir los beneficios de los trabajadores y los jubilados; en fin, a hacer toda clase de malabares para no declararse en quiebra.

Solo los pasajes, el alojamiento en campamentos especiales y los guías para cazadores, tienen un altísimo costo. Además, hay que sumarle el precio del elefante y los búfalos que mató. Hoy se paga por cada animal y por el costoso permiso para asesinarlos, seguramente todo costó miles de euros.

A esto hay que añadir los escándalos por los que atraviesa la monarquía en la actualidad. Las acusaciones por diferentes delitos contra Iñaki Urdangarín, yerno del Rey; la posibilidad de que este lo haya ayudado en alguno de sus negocios fraudulentos; el recuento de las innumerables aventuras sexuales de Don Juan Carlos, descritas con detalle en el libro La soledad de la Reina; y el disparo que casi le vuela un dedo del pie a Froilán, nieto mayor del Rey, quien por solo tener 13 años no debía portar una escopeta, de acuerdo con la Ley española.

Creo que este Rey ha sido amado por la mayoría de los españoles, pero hoy su simple disculpa quizás no sea suficiente. ¿Será que a este elefante le cuesta la corona?