Francia temerosa
Hay temor en Francia. Algunos dicen que al temor que sienten hoy los franceses por su situación económica, se le suma su rabia. Otros dicen que lo que el pueblo galo siente es desconcierto. Yo pienso que es una mezcla de todo lo anterior.
Lo cierto es que si usted llega en estos días a Francia, o a cualquier país europeo, es fácil darse cuenta de su desconcierto y desorientación. Más aún después de lo ocurrido la primera semana de mayo en algunos países de la Unión Europea.
El 6 de mayo los griegos votaron masivamente en contra de las medidas de austeridad fiscal exigidas por la Unión Europea y, una vez más, fueron incapaces de formar un nuevo gobierno, lo cual los pone a puertas de tener que abandonar el euro.
En España tiemblan porque van en aumento los rumores de que su mayor banco hipotecario está al borde de la quiebra. Y así, cada día, empeoran las noticias para la UE.
El 6 de mayo Francia eligió a François Hollande. ¿Qué ofrece este primer socialista electo para liderar la nación desde el fracaso económico del gobierno de Mitterrand en 1995?
El problema con los socialistas es su deseo de complacer las masas y su antipatía por los sistemas financieros; algo con lo que Hollande se identifica claramente.
Su elección, por un corto margen de tres puntos y medio, se debió en gran parte a que muchos en Francia piensan igual que él. Muchos culpan de la crisis económica no sólo al Gobierno saliente, sino también al descontrol y avaricia de los sistemas financieros. Sin duda, mucho de esto es cierto. Sin embargo, la gente no quiere reconocer que también tuvieron mucha culpa en lo ocurrido. Los europeos no moderaron sus gastos y derrocharon ganancias aún no consolidadas. Fueron años de despilfarro y hoy todos, inclusive, naturalmente, los sistemas financieros, tienen que pagar.
Hollande fue muy claro durante su campaña en expresarse en contra de las medidas de austeridad fiscal impuestas por Sarkozy y Merkel. Quiere complacer a las masas restituyéndoles algunos derechos recién perdidos, como retornar a 60 años de jubilación en vez de 62.
Anunció también el aumento del impuesto a los ricos de hasta 75 % de sus ganancias, algo que puede causar una fuga de capitales franceses hacia, por ejemplo, Inglaterra, donde estos capitales sólo pagan 45%. Algunos ven muchas de sus medidas como más demagógicas que oportunas.
Lo cierto es que, debido a la importancia de Francia en la economía europea, todos los ojos están puestos en Hollande. Su propuesta de tratar la crisis de una manera completamente opuesta a la hasta ahora ensayada será rápidamente puesta a prueba.
Pienso que, por lo menos, al principio tranquilizará un poco los ánimos de la gente, la cual ahora sabe que su voto ha logrado frenar las políticas de austeridad. Las consecuencias de esto, buenas o malas, no se harán esperar.