MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 13 de Junio de 2012

La ciudad de las banderas

 

La primera impresión que uno se lleva cuando recorre Berna es la de una ciudad llena de banderas. Es tradicional decorar las avenidas principales con las banderas de las ciudades y los cantones (provincias) suizos.

Las calles, decoradas con los colores y símbolos de estos emblemas, dan una alegre sensación. A esto se une la cantidad de espléndidas fuentes que hay en la ciudad, ornamentadas con figuras de gran significado para los berneses, como osos, guerreros, personajes mitológicos y religiosos.

Berna, capital política de Suiza, fue fundada en 1191 sobre una meseta rodeada, como una península, por el río Aare. Su fundador, el duque Bertoldo V de Zahringen, quiso dar a este punto el nombre del primer animal que cazó aquí, el cual fue un oso (Bar). Este primer nombre, con los años, se transformó en Berna.

 

Al origen de su nombre se debe la presencia de un oso sobre un fondo rojo en su emblema, al igual que la de varios de estos animales en un parque especialmente creado para ellos a la entrada de la ciudad. Los berneses aman a los osos; en la ciudad los hay por doquiera, en toda clase de formas y materiales.

A la caída de la dinastía Zahringen, Berna se convirtió en ciudad libre y en 1353 se unió a la Confederación Suiza. Hoy es la sede del gobierno, centro diplomático y sede de varias organizaciones mundiales. Sin embargo, su ambiente es sencillo, casi provincial. Esta ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

 

Los berneses ganan un salario mínimo cercano a los 4 mil dólares mensuales. Tienen un nivel de vida alto, al igual que todo el país.

El idioma predominante es el alemán suizo, el cual tiene una sintaxis, palabras y acento diferentes al alemán de Alemania. Sin embargo, casi todo el mundo habla también francés e italiano. Además, los suizos tratan de entenderlo a uno como puedan, mezclando palabras de uno y otro idioma.

 

Uno de los puntos preferidos para reunirse es bajo el Zytglogge, o La Torre del Reloj. En 1527 se colocó este reloj astronómico en la torre de la puerta occidental de la ciudad, la cual servía de prisión para prostitutas. El famoso reloj tiene varios autómatas, que cantan y se mueven durante 4 minutos, antes de dar la hora.

De Berna se lleva uno amables recuerdos, entre ellos, la belleza del peristilo de su catedral, la alegría de los mercados callejeros, los músicos en las esquinas, la riqueza de sus museos, los osos, las fuentes y las banderas plenas de colores.

Las calles adoquinadas, las fuentes, las banderas y las construcciones medievales en perfecto estado hacen de esta ciudad una de las mas bellas de Suiza.

 

La ciudad medieval esta perfectamente conservada y tiene una gran actividad. Totalmente peatonalizada es un placer recorrer sus alegres calles observando las fachadas de las antiguas mansiones.