Mario González Vargas | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Abril de 2016

El Presidente tiene la palabra

 

“Se siente imperiosa necesidad de un cambio de rumbo”

 

MESES antes de cumplir el Presidente la mitad de su segundo mandato, el país se siente huérfano de dirección en medio de dificultades que no cesan de acumularse y que han erosionado considerablemente la confianza de los colombianos en su Gobierno. Absorto el mandatario en un proceso de paz aletargado, que despierta más inquietud que entusiasmo, transmite la percepción de haber abandonado los asuntos de gobierno en manos de sus ministros que poco hacen para inspirar confianza y optimismo en el inmediato futuro.

Excesivamente libreteado por su círculo cercano, no conecta, no transmite, no convence, y sus ministros tampoco, apabullados por lo pobres resultados de sus ejecutorias. El país vive momentos de zozobra y se siente desamparado de conducción, agobiado por adversidades económicas, sociales, ambientales y humanitarias insolutas, amenazado en su seguridad personal y afectado por los peligros cada día más ciertos que se ciernen sobre la integridad territorial del país. No son de extrañar entonces los inquietantes resultados que arrojan las encuestas sobre la gestión del presidente y de su gobierno.

Se siente la imperiosa necesidad de un cambio de rumbo y de equipo que permita recuperar gobernabilidad y responder a las inquietudes y necesidades de los ciudadanos. El desenlace del segundo mandato presidencial se encuentra hoy directamente determinado por las nuevas dinámicas que el presidente sea capaz de imprimirle a la acción y composición de su gobierno. No puede equivocarse sobre el rumbo a tomar que incluye políticas distintas y nuevas caras para ejecutarlas.

Cambios en el gabinete y la confección de la terna para la Fiscalía ofrecen la posibilidad de fijar los perfiles de esas nuevas estrategias. Se tiene que atender la necesidad de llevar la institucionalidad hasta los más apartados rincones del país, lo que mal se ha podido hacer con ministros extraídos de círculos capitalinos, inexpertos en asuntos de política, temerosos de contactos con dirigencias regionales y muchas veces ignorantes de las realidades locales. Por lo mismo, vulnerables a los peligros que encarna el acendrado clientelismo de una clase política privada de líderes nacionales y distraída en intereses personales, que hoy predomina en buena parte de los partidos políticos. El nuevo Fiscal debe ser protagonista de la recuperación de la confianza ciudadana en la justicia. Difícilmente se conseguirá si la terna se ve contaminada por el clientelismo político que tanto ha afectado a la Rama judicial y que encarnaría la continuidad de una gestión que todos quisiéramos olvidar. El Presidente tiene la palabra.