Cuando fue descubierto con las manos en la masa, Marlon Marín supo de inmediato lo que tenía que hacer.
En vez de confiar en el entramado jurídico que ha tendido la Farc, Marlon entendió que lo mejor era cooperar ipso facto con la Dea.
Profundo conocedor de los hilos de poder del posconflicto, pieza orgánica de la organización revolucionaria y actor privilegiado del partido (tanto por genética como por ideología), es gracias a él que se pueden construir varias hipótesis con suficiente solidez:
Primero, que Santrich no actuó como lobo solitario, o sea, que el Comité Político tenía que estar enterado de algún modo de las tareas ejecutadas por tan destacados miembros.
Segundo, que los nexos entre el Comité y las llamadas disidencias siguen conservándose, de tal modo que pueden considerarse como los brazos armados del partido.
Tercero, que el narcotráfico sigue siendo una actividad destacada en el proceso revolucionario, con lo cual, los acuerdos de La Habana pierden toda validez.
Cuarto, que la organización no solo ha conservado intacto el acrónimo Farc sino su identidad, metodología y naturaleza violenta.
Quinto, que la desmesurada confianza de la Farc en la JEP deteriora sensiblemente la imagen de los magistrados a los que la organización político-militar hace aparecer más como escuderos que como jueces probos y honorables.
Sexto, que no se trata solo de drogas, sino que esto hace parte de una cadena tóxica de la que hacen parte la inconclusa entrega de las armas, de los bienes, la negativa a reparar por completo a las víctimas y la persistencia en la amenaza de uso o el uso de la fuerza.
Séptimo, que el tejido armado y subversivo de la Farc permanece lubricado y en acción, de tal forma que Márquez y El Paisa pueden juntarse libremente para desafiar al Estado en un clima de obvia clandestinidad.
Octavo, que hay una gran distancia entre el arrojo inicial del Jefe del Estado proclamando la eventual extradición de Santrich y su amilanamiento posterior, más propio de una negociación que de la verticalidad exigida en tan delicadas materias.
Noveno, que la investigación involucrará a diferentes organismos estatales de todos los niveles, así que, progresivamente, se irá conociendo la verdadera naturaleza de lo acordado en La Habana, y
Décimo, que será el próximo gobierno el que tendrá que desenmascarar la farsa y recobrar la soberanía popular, secuestrada desde el 2 de octubre del 2016.