MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Mayo de 2013

La generación del milenio

 

La revista Time le dedica su portada. Dice que son narcisistas, perezosos, centrados en su egolatría. Tienen como ritual tomarse fotos de sí mismos y colgarlas en la red. No son rebeldes. Ni retan la autoridad ni la respetan. Viven su vida al margen de las instituciones que no pretenden conquistar. Tienen la capacidad de ganar adeptos en sus portales. De auto-promoverse como objetos dignos de curiosidad. Hacen pues de su trivialidad un icono colectivo. Nacieron entre 1980 y el año 2000 en Estados Unidos contagiando su actitud al resto del planeta. Ese localismo  tiene acceso a los satélites. Y aunque sigue siendo local se exhibe sin pudor. La cantaleta de las generaciones mayores frente a las nuevas es más o menos la misma siempre, decenio tras decenio. La generación declinante no suele apreciar el estofado que prepara la nueva. En este caso la generación de la posguerra sustenta sus críticas con estadísticas. Según el instituto de salud norteño, dice la revista Time, los del Milenio obtuvieron calificaciones en narcisismo un 58% más altas que las de 1982. Además prefieren la notoriedad, al dinero. Esta actitud se nota incluso en la China. Con su capacidad casi ilimitada de información las diferencias de clase o de país persisten pero se diluyen en la comunicación con todos los estratos del poder social fuera o dentro. Ante el poder de las corporaciones oponen el de los Hacker. Basta pensar en Wikileaks. Ante los periódicos usan blogs personales. Un terrorista se enfrenta a toda una nación. El YouTube permite que sean sus propios directores de shows enfrentados a los costosos estudios de producción. La velocidad suple el tamaño.

Su imaginación creativa, cuando existe, se enfrenta a industrias enteras. Su deseo de participación política o de compromiso cívico es bajísimo. Tienen eso sí mayor autoestima tras el énfasis que se hizo sobre ese punto desde el año 70. La autoestima ayuda a conseguir empleo o levantar cónyuge pero ayuda menos a mantenerse en el empleo o en la relación. Las escuelas de psicología al promover la autoestima promovieron también el narcisismo. Y el que está enamorado de sí mismo termina por darse cuenta de que en ese idilio no tiene rivales. Sobreviene la soledad y el reclamo ante la vida por no saber idolatrar al hijo de mami. Ahora han tenido que reservar esa tendencia con videos en YouTube con títulos como “Tú no eres especial”. La comunicación instantánea y constante de esos jóvenes con sus pares, hace que predomine una tendencia igualoide, un horizonte menos variado. Algo similar a la de los ancianos que se niegan a encarar la modernidad. Hay un empobrecimiento por esa abrumadora intercomunicación entre los pares de la que resulta una tendencia anti intelectual, anti histórica y negada a la elocuencia. Su ansiosa obsesión por ser reconocidos les castra la creatividad. Los masifica en su propia soledad. Los Test de creatividad indican que desde 1998 ésta ha disminuido y los que miden la capacidad de fijar la atención son alarmantes.

En suma el artículo de Time sostiene que esos jóvenes entre los 14 y los 20 años al vivir con sus padres tienen forma de enfrentar mejor las instituciones. Que incluso el Ejército estadinense ha rebajado sus exigencias de resistencia física. Que la facilidad comunicativa les permite obviar las estructuras jerárquicas. Parece que la historia, disciplina arcaica y ajena a la nueva sensibilidad, ya hizo su diagnóstico en un texto olvidado pero vigente. Su autor es Oswald Spengler y su título es, La decadencia de Occidente.