Empresarios de la muerte
Los capitales internacionales han entrado de forma masiva a Colombia, Perú, Panamá y Ecuador. No por las excelencias de los gobiernos de turno como pretenden atribuírselo los presidentes de cada uno de esos países, pero han llegado. Gracias sobre todo a la crisis en Estados Unidos vienen buscando inversiones menos riesgosas y más altas ganancias. Han crecido de una forma casi exponencial desde fines del siglo pasado. Época en la que fracasó la tentativa fallida, pero no vana, de la negociación con la guerrilla en el Caguán. Esos capitales invertidos sobre todo en minería y petróleos, en sectores industriales y comerciales han cambiado la balanza del poder. Requieren que el conflicto interno armado, cese. Y su poder disminuye la importancia relativa de los negocios que se lucran de la guerra. Negocios de armas, avituallamiento, de empresas estadounidense o israelíes, legales o no. Traficantes de químicos que no se mencionan, ni se denuncian. Pero cuya presencia en la guerra interna gravita de forma permanente. El terrible silencio en torno de esas empresas de la muerte hace pensar que su importancia en la ecuación social equivale a cero. Pero eso obviamente no es así: ¿cuántos análisis hay escritos sobre el tema? Los nuevos capitales invertidos tienen necesidad de contrarrestar a los empresarios de la muerte. Ese hecho y los golpes sufridos por la guerrilla en la última década gravitan en favor de un cese el fuego.
Con todo hay sectores dentro de la guerrilla que prefieren, también, la prolongación del conflicto. Y en la extrema derecha así como en los avitualladores hay quienes se oponen a cualquier negociación. Exigen que para sentarse a la mesa ya debe haber cesado el conflicto. Lo que es como pedirle a alguien que se levante por las orejas. Según el acuerdo firmado por el Gobierno y las Farc el 26 de agosto en La Habana “nada esta acordado hasta que todo esté acordado”.
La Canciller anunció la compra de más aviones y helicópteros para finales del año entrante lo cual es un marco temporal al acuerdo.
La economía colombiana se ha vuelto lo suficientemente importante para soportar la inyección de quince mil millones de narcodólares cada año. Ha soportado el embate de los adictos estadounidenses sin mencionarlos mucho, sin señalarlos y buscando en el “marxismo” de Correa o Chávez la causa final de todo lo que ocurre como lo hace en El Tiempo el primo hermano de Pablo Escobar.
En efecto el Producto Interno Nacional superó al de Argentina y somos una nación con gran potencial. Sobre todo tenemos esperanza a pesar de la narcoguerrilla más estadounidense que rusa o cubana. Y a pesar de la mano negra y los empresarios de la muerte.