MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Febrero de 2013

Presidenciables y sus promesas

 

El  anterior gobierno buscó conversaciones con las Farc. Estuvo dispuesto a hacer despejes para lograrlo. Nombró a Hugo Chávez de intermediario con la guerrilla. Luego lo destituyó en público de modo que el comercio con Venezuela se redujo abruptamente a la quinta parte. Pero nadie osó descalificarlo de antipatriota ya que el entonces Presidente se reservaba el derecho de dar diploma de patriota a sus áulicos. Y de descalificar como terrorista o como “marica” a quien no coincidiera en elevarle incienso.

Prometió, sin necesidad, que él se sometería al fallo internacional del tribunal de La Haya referente al litigio con Nicaragua. Ahora su movimiento político tiene como objetivo hacer imposible la negociación con la guerrilla so pena de ser catalogado de terrorista. Y de desconocer la ley internacional enfrentándonos al Consejo de Seguridad de la ONU. En suma a convertirnos en un país paria que no se rige por una normatividad sino al vaivén del capricho del capataz de turno.

Estas dos incoherencias son la base programática que pretende ahora pasar por doctrina conservadora apegada a la tradición y al orden. Cuando justamente líderes conservadores del último medio siglo como Álvaro Gómez lograron acuerdos con exguerrilleros en la Constitución del 91. Y tanto él como Belisario Betancur y Andrés Pastrana aceptaron o propugnaron una paz negociada en el interior. Y respeto a la ley internacional.

Estamos entonces frente a un movimiento subversivo de extrema derecha que reconoce su no apego a la ley… Y esa es su bandera. La exministra de guerra (nada de eufemismos) de ese gobierno aseguró al país en el año 2002 que en cuestión de dos años habría “roto” el espinazo de las Farc. En el 2006 ella de nuevo apoyó la nada transparente reelección de Uribe con el manido argumento de su necesidad para conquistar la victoria. Ahora da por averiguado que su rígida incoherencia es la salvaguarda histórica del partido del orden. Pero la guerrilla sigue activa.

Colombia con superconcentradas formas de expresión, con una intermediación bancaria que en vano verá el lector en El Tiempo. Con un índice gini de concentración de la riqueza brutal que rara vez es noticia, seguirá perpleja ante la realidad que la desborda.

Los capitales invertidos en tráfico de armas y aprovisionamiento no desean ni poco ni mucho la paz de ninguna especie. Y es lícito preguntarse a que candidato apoyarán entre los presidenciables.