Mi vacuna | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Marzo de 2021

El lunes 8 de marzo recibí un mensaje de la Nueva EPS en el que me citaba para el miércoles siguiente en el Hospital de San Ignacio para la vacuna del covid-19. Inmediatamente contesté que sí, aunque tuve que cancelar una cita que había agendado con anticipación para ese mismo día. Fui con uno de mis hijos. El lugar no es el hospital sino el coliseo que tiene la Universidad Javeriana -mi alma mater- casi sobre la circunvalar. Pero la EPS ha dispuesto un bus que recoge a los que no tienen carro y los sube hasta el coliseo, un área de unos 5.000 metros cuadrados adaptada para la labor.

Al llegar había una cola de unos cincuenta metros para la entrada. Creo que había unas treinta parejas (hay que ir acompañado) y se conserva el distanciamiento. Hay quienes reciben a los citados y les entregan los documentos que hay que llenar, como el consentimiento informado -que yo ya llevaba impreso-y una encuesta sobre antecedentes médicos. A quienes las necesiten, les dan una silla de ruedas con un camillero, estudiante de enfermería del Sena, que los acompaña todo el trayecto. Yo conté con la ayuda bendita de uno de los médicos del hospital que estuvo pendiente de mí todo el tiempo.

A la entrada está todo bien organizado y aunque hay que seguir dando informes, esta vez por computador, no hay congestión ni aglomeración.

Una enfermera me puso la vacuna exactamente a las 3:05, hora en la que estaba agendado. Menos de cinco minutos dura el procedimiento. Solamente el dolor del pinchazo, muy tolerable. Usaron la vacuna china, Sinovac, que según la revista médica británica The Lancet es igual de eficaz a las otras que hay en el mercado.

Después hay que esperar treinta minutos para ver que no haya reacciones. Luego lo llaman a uno y le entregan el carnet que acredita la vacunación.

A todo señor todo honor. Ningún problema. Todo muy bien organizado por la EPS y por el hospital.

Doy gracias a Dios que me permitió recibir esa vacuna y estoy listo para cuando me llamen para la segunda dosis.

Es la única manera de derrotar al virus.

***

Coda uno: Hollman Morris, un personaje que servía de correveidile a las Farc cuando estaban activas, ahora informa los nombres y edades -que todavía no conocen ni la Fiscalía ni Medicina Legal- de los supuestos niños que murieron en el bombardeo del Guaviare. ¿Será que ahora desempeña el mismo oficio con la disidencia de Gentil Duarte?

Según Morris y Barreras, los pilotos de los bombarderos deben bajarse para preguntar si hay “niños” (entre quince y dieciocho años) disfrazados de guerrilleros antes de bombardear.

Coda dos: Llamaron a Benedetti a indagatoria por enriquecimiento ilícito. ¿Será por eso que lo echaron de la U? También lo harán de Colombia Humana.

Coda tres: Unos relatores de la ONU, ninguno de los cuales tiene que ver con la fumigación de cultivos ilícitos ni con las drogas, enviaron sendas cartas a los presidentes Duque y Biden, para que “suspendan” -aunque no se han iniciado-las fumigaciones con glifosato. Son los mismos que al día siguiente le echan la culpa al gobierno de las muertes de “líderes” sociales, ocasionadas por los carteles de la droga. Zapatero a tus zapatos. La burocracia de la ONU merece una revisión a fondo, incluyendo la que hay en Colombia.

Coda cuatro: la condena al exmagistrado Francisco Ricaurte por el “cartel de la toga” muestra que hasta en Colombia la justicia cojea pero llega. Aún falta saber la suerte de Tarquino y otros.