Realmente, un ser excepcional. No solamente fue un académico extraordinario, sino que muy pronto el servicio público lo capturó y así fue como desempeñó altos cargos en el gobierno, entre otros la dirección nacional de Planeación, el ministerio de Hacienda, el de minas y energía. muy apreciado y admirado, nacional e internacionalmente.
Se desempeñó como vicerrector de la Universidad de las Naciones Unidas en Japón. Fue profesor de la Universidad de los Andes y allá lo conocí en los años sesentas cuando regresó de realizar sus exitosos estudios como economista en las mejores universidades de Estados Unidos. Recibió una educación privilegiada. Y eso se notaba muy fácilmente. Lo vi concebir proyectos de investigación complejos en cuestión de minutos y luego estructurarlos sin mayor dificultad. Es que tenía un cerebro disciplinado, ordenado y con una capacidad de largo alcance. Pero al mismo tiempo, era una persona de una singular sencillez, buen conversador, y con una curiosidad intelectual que desbordaba su formación tecnocrática.
Su desempeño como gerente del Banco de la República le permitió satisfacer no sólo sus grandes dotes técnicas como economista y dirigente de la cosa pública, sino darse el gusto de fortalecer la biblioteca Luis Ángel Arango y sus actividades culturales, así como el desarrollo y consolidación del museo de arte moderno que hoy, justamente, lleva su nombre. Como era una especie de hombre del renacimiento estaba muy bien que se desempeñara como banquero de alto nivel y, también, como gran promotor de las más altas actividades culturales. Y así se le ha reconocido y como que esa gestión tan significativa parece haber eclipsado su gran contribución al desarrollo de las ciencias sociales en Colombia. Sus libros y ensayos tuvieron siempre un carácter original que lo hacían aparecer como un pionero en el campo sobre el cual estaba escribiendo. Un historiador tan reputado como el profesor de Oxford, Malcolm Deas, lo tenía como uno de sus más frecuentes interlocutores y mutuamente se guardaban respeto y admiración. Han fallecido con una diferencia de un año.
Me correspondió realizar una tarea muy difícil. Por allá en 1992 el director de Fedesarrollo, Eduardo Lora, me llamó a Canadá donde entonces residía, para sugerirme que aceptara continuar el trabajo de investigación que Miguel Urrutia estaba adelantando y que consistía en una innovadora y original investigación sobre la corrupción en Colombia. Siempre tuve el mejor concepto de las capacidades intelectuales de Miguel Urrutia y me pareció que no tenía sentido que un trabajo que él venía adelantando se dejara expósito por algún tiempo. Inmediatamente le dije a Eduardo Lora que encantado asumía esa responsabilidad.
Así lo hice y meses después, continuando la tarea dejada por Miguel Urrutia, se dio a la publicidad lo que podría ser el primer trabajo basado en investigación empírica por el diseñada que se publicó sobre el tema de la corrupción que nos sigue azotando sin compasión y sin que las recomendaciones que desde entonces se hicieron tengan mayor relevancia para las estrategias en su contra. Nunca le pregunté si había quedado satisfecho con la obra realizada, pero hice lo que estuvo a mi alcance para no defraudar lo que habría sido, si él la hubiera terminado, una investigación que seguramente habría obtenido mayor impacto en la lucha contra este terrible flagelo. Así lo reconocí en la introducción en el libro que publicó Fedesarrollo en dos volúmenes.
Ojalá el ligado intelectual de Miguel Urrutia inspire a muchos investigadores que lo continúen y enriquezcan con el rigor y la originalidad que lo caracterizaron. Deja un enorme vacío. Muy difícil de llenar.