Monseñor Libardo Ramírez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Agosto de 2015

“Compromiso de defender obra del Creador”

PROCESO MARAVILLOSO

Reflexión gozosa y dramática (V)

 

EN  el capítulo II de la Encíclica Laudato Si, bajo el comprometedor título ‘El Evangelio y la creación’, después de invitar el Papa Francisco al compromiso de defender la obra del Creador, con criterios en apertura a todas las vertientes culturales y científicas, pero sin dejar de lado “la sabiduría de los relatos bíblicos, hemos destacado su firme llamada al respeto al don precioso de la vida entre los humanos. Advierte, con dolor, que se dan desbordamientos de la insensatez humana, que llevan a escoger el camino del crimen y la destrucción, con desvío de la inteligencia y abuso de la libertad. Llegan, por ello, momentos, en los que expresa el Libro Santo que al mismo Dios “le pesó haber creado al hombre en la Tierra” (Gen. 6,5)

Como camino para llegar a esos alarmantes desbordamientos y ruina, hace, el Papa, la dura reflexión de que se llega a ellos por los desvíos humanos, sin necesidad de un nuevo diluvio universal. Exclama, el Pontífice: “¡la vida humana está en peligro, con exterminio de la humanidad a causa de ello!”. Es que se llega a “la incapacidad de vivir a la altura de las exigencias de la justicia y de la paz”, cuando se apela a justificar la violencia, lo cual lleva a la autodestrucción (n. 70). 

Pero, por profunda que sea esa cuasiapocalíptica situación, surge, ánimo y esperanza por estar de por medio en la bondad y misericordia infinitas de Dios, que llevan a decir al Papa, que ante el Creador “basta un hombre bueno, para que haya esperanza” (n. 71). Para atraer esa misericordia divina está una sana espiritualidad que agradezca a Dios los dones del espíritu y cultivarlos sin olvidar la tarea de llevar hacia Él la maravillosa obra de su creación (n. 73).

Admirable la profundización en la Encíclica en el tema del “misterio del universo”, (n.76-83), que inicia diferenciando entre “naturaleza” y “creación”,  y hace sobre esto la afirmación de que el universo no surge de una casualidad o caos, sino de “una opción libre expresada en la Palabra del Creador”. Es que, afirma el Papa: “el universo no surgió de una omnipotencia arbitraria”. Precisa: “la creación es del orden del amor” y “cada criatura es objeto de la ternura del Padre” (n. 76-77). Así constatamos, con gozo, que la “fe nos permite interpretar el sentido y belleza misteriosa de lo que acontece” (n. 79). Conforta constatar el grande compromiso y honor que tenemos los humanos al querer Dios actuar con nosotros, y contar con nuestra colaboración en el avance del universo creado por Él, pues creó el mundo necesitado de desarrollo, cuya realización reclama el concurso de los humanos (n. 80).

Aceptada la acción creadora de Dios, y el concurso en el perfeccionamiento de su obra, hay aproximación al principio aristotélico de que “la naturaleza no es otra cosa sino la razón de cierto arte, concretamente arte divino inscrito en las cosas”  (n. 80) De  ese arte está llamado a tomar parte el ser humano, en cuyo perfeccionamiento propio ha habido evolución, pero siempre como sujeto y nunca como objeto. (n. 81) Hay llamada a no considerar a las demás criaturas como simples objetos, sino que “avanzan junto con nosotros, y a través de nosotros, hacia un testimonio común que es Dios en su plenitud trascendente” (n. 83).

 En ese proceso maravilloso entra la Encíclica a constatar “el mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado”, llegando así “el suelo, el agua, las montañas, todo, a ser caricia de Dios”, con invitación a elevar el himno a la creación de S. Francisco (nn. 84–88). Ese himno será más precioso y estable, si formamos con lo creado una “comunicación universal”. Es que “todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal” (n. 89), en la cual hay qué estar en guardia en evitar la desigualdad en la propia familia de los humanos. (n. 89 -92) (Continuará).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.