Monseñor Libardo Ramírez G. | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Abril de 2016

Entre fortalecer y desquiciar la sociedad (I)

 

“FECHA  histórica se considerará el 08-04-16 por dos pronunciamientos, uno a escala mundial que fortalece la familia, y con ella a la sociedad, otro que rebaja la grandeza de la familia debidamente constituida por varón y mujer, así exaltada, por nuestra Constitución (Art. 42), con lo que se desquicia la misma sociedad, en nuestra amada Colombia.

Histórica la Exhortación ApostólicaLa Alegría del Amor”,  dada a conocer al mundo entero, en esa fecha, por el apreciado Papa Francisco, fruto de su reflexión ante Dios y el bien de la humanidad, tomando pie en el aporte de dos Asambleas de 400 experimentados Pastores de todo el mundo, en donde ratifica milenarias enseñanzas que han dado fortaleza a sociedades dignas y prosperas, con detalles de infinito valor para mantener en alto la familia. Histórica, también, esa fecha, pues, en ella, en Colombia, la Corte Constitucional, por decisión de grupo cerrado de 9 personas, con el voto de solo 6 de ellas, no interpretando sino reformando la bien elaborada Constitución del 91, y, siguiendo corrientes mundiales bien financiadas para desquiciar la familia, ha colocado en igualdad la convivencia entre personas del mismo sexo con la constituida, según la naturaleza, entre varón y mujer.

Felizmente, tenemos ese documento papal, fruto de tan amplia reflexión, dictado con la sola finalidad de fortalecer la sociedad humana, basado en   debates serenos y de profunda reflexión, por encima de todo interés meramente terreno. Tristemente nos llegó fallo de nuestra Corte Constitucional, en el que, demoliendo el Artículo 42 de nuestra Carta Magna, señala como verdadero matrimonio, al lado del contraído por hombre y mujer, la convivencia de personas del mismo sexo.  Como punto en cual se inicia la gran diferencia de apreciaciones, está en el hecho de que en países que se autodenominan de “avanzada” se han dado a difundir como apodíctica la “ideología del género”.  Por ésta se llega a las más grandes negaciones de aspectos fundamentales, hasta señalar la diferencia de sexos como algo “accidental” y de “libre elección”.

En esas condiciones, se da a personas no maduras, que sienten complejo por el sexo biológico que les correspondió el orden de la creación, optar con libertad por el otro sexo con derecho a que les colaboren quirúrgica y legalmente a ese cambio. En documentos muy profundos, no solo de orden religioso sino científico, se han rebatido las pretensiones de esa ideología, entre ellos el del luego gran Pontífice, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger (2004), y, ahora, la última Exhortación el Papa Francisco. En la línea de esos reclamos, con pretensiones de enmendar el mismo orden natural, se viene a caer, dice el actual Pontífice, en la osadía de “pretender sustituir al Creador” (n.56).

Con gran claridad y precisión, sobre lo anterior, dice el Papa Francisco: “Dios mismo creó la sexualidad, que es regalo maravilloso para sus creaturas” (n. 150). Por Dios, o por “un orden natural”, que tiene qué aceptarse que exista aún por no creyentes para que haya marcha estable en el mundo, se han establecido así las cosas, con masculinidad y feminidad definidas,  igualmente dignas,  y basadas no solo en factores biológicos sino por muchos elementos complementarios (n.286). Si se llega entender esa complementariedad maravillosa de los dos sexos, se sentirá el placer ordenado de sentir cada uno su bien y del otro sexo (n.163). 

Establecido ese sabio orden natural, surge el verdadero matrimonio, que lo consagro, felizmente, nuestra Constitución del 91, como “celebrado entre un  hombre y una mujer” (Art. 42), y recordado por el Papa Francisco en su nueva Instrucción, citando otros grandes documentos de la Iglesia como el Concilio Vaticano II (G.S. n.48). Va quedando en claro quien fortalece y quien desquicia la sociedad. (Continuará).

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com