Monseñor Libardo Ramírez Gómez | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Marzo de 2016
Camino hacia la Pascua
 
¡Ulteya!, o sea “¡adelante!”, es voz de ánimo de los peregrinos que van a Santiago de Compostela, en España, voz para entusiasta caminar cristiano hacia un ideal asumido por los participantes en Cursillos de Cristiandad, jornadas de formación y animación espiritual que tanto bien ha hecho, y continua haciendo, en varias latitudes del mundo. Qué importante la revisión del vivir cristiano con profundización en la fe y clara visión de la motivación da una vida a la luz de ella, que lleva, felizmente, a la inmensa alegría de vivir guiados por el Evangelio.
 
“Cuaresma”, o cuarenta días de intenso vivir cristiano, en ambiente de obras de caridad hacia los más necesitados, es nueva voz de “¡adelante!” hacia la conmemoración la “Pascua”, o el “paso del Señor” de la muerte a la vida. En medio de la rutina diaria de la vida, dentro de la necesidad de realizar cosas pequeñas o grandes con utilización del tiempo y de los dones que Dios nos ha dado al servicio de la humanidad, y como búsqueda del pan de cada día, qué importante revivir en nuestra mente el por qué de ese ir y venir de nuestros pasos
 
¿En donde está la raíz de desesperación, y hasta la locura del suicidio, sino en la falta de dar tiempo a seria reflexión de la motivación de nuestro vivir y obrar? “Sé bien en quién me apoyo”, decía S. Pablo con satisfacción por su incansable labor apostólica (2 Tim. 1,12). “La vida vale lo que vale el pensamiento que la guía”, se ha dicho con toda razón. Tener un pensamiento grande, inspirado en el cristianismo, vivir en forma acorde con él, es máxima alegría. Repasar ese pensamiento en un tiempo como el de la Cuaresma, es llamado de nuestra madre Iglesia, voz sabia que es de seguir para tener grande, satisfacción de nuestro vivir. En estas semanas de Cuaresma, y, luego, a lo largo de nuestros días,  sacar tiempo para este alimento espiritual, y no pensar solo en esparcimientos, profanos, es importante decisión si queremos un vivir pleno, con alegría y esperanza.
 
Recuerdo con gran agrado la respuesta del ya nonagenario maestro de las letras, Germán Arciniegas, cuando después de un libre trasegar de sus ideas, tantas veces lejos de Dios, frente a los centenares de libros de su biblioteca le pregunta un periodista sobre el libro para él más impactante, y dice: “este librito tan pequeño y elemental como el de los Evangelios, que recoge enseñanzas que caben en 32 páginas, más convincentes que las 2.000 del Capital de Marx”. Afirma, luego, su inmenso aprecio por las “palabras de Jesús”, en contraste con las “palomas de paz” lanzadas por un bárbaro como Stalin, soltadas desde un nido de cañones. Complementa: “Jesús lo hace partiendo un pedazo de pan y entregándolo a sus discípulos, diciendo: “Mi paz os dejo mi paz os doy” Concluye: “A mi me convence esto último y con esa convicción muero tranquilo”.         
 
Repasando las “palabras de vida eterna”, que ataban al incipiente Apóstol Pedro a Jesucristo (Jn. 6,68), son las que dan seguridad para seguir a quien nos muestra con claridad ser “camino, verdad y vida” (Jn.14,8). De esa manera llegamos a la feliz certeza de estar caminando en la vida en pos de quien es “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Jn. 1,9), y quien con tantas pruebas dice de sí mismo “yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8,12). 
 
En el Bautismo se nos entregó una vela encendida, y se nos dijo: “Recibe la luz de Cristo, y que seas hijo de la luz y no  de las tinieblas”. Esa  es la maravillosa realidad, que da sentido y alegría a nuestra vida, al aprovechar, debidamente, la Cuaresma, y al celebrar, con proyección de vida la Semana Santa. Son circunstancias, que nos llaman a vivir con la seguridad de quien sabe para donde va, o sea “la Pascua” o “paso” permanente del Señor a nuestro lado. 
 
*Obispo Emérito de Garzón