Según la Defensoría del Pueblo, 482 líderes sociales fueron asesinados en Colombia, del 1 de enero del 2016 hasta el 30 de mayo del 2019, y de abril del 2018 a abril del presente año 982 han sido amenazados.
Estos números son una vergüenza nacional. Hoy, el país demanda ¡NI UNO MÁS! No queremos ni un líder más asesinado. No importa de qué bando político sea, no importa su raza, su tendencia sexual o su origen, hay que detener estos crímenes absurdos que debilitan las comunidades y entorpecen la democracia.
Es hora de detener el desangre que, desgraciadamente, no es más que la continuación de lo vivido en Colombia, casi sin interrupción, desde el comienzo de la fundación de la nación. Sus causas, las mismas: diferencias políticas, control de la tierra y la riqueza del subsuelo.
Estos crímenes parecerían ser la prueba de que los colombianos no podemos vivir en paz. Que, desde un comienzo, hemos sido incapaces de zanjar nuestras diferencias hablando, y no matando.
Ya en 1811, en los albores de la patria, los centralistas y los federalistas, encabezados por dos “padres de la patria”, Antonio Nariño y Camilo Torres, se enfrentaron en una absurda guerra civil, incapaces de pactar solución a sus diferencias. Cuando, en vez de andar guerreando, deberían haber fortaleciendo sus lazos para defender la recién obtenida libertad en caso de que los españoles retornaran a reclamas las tierras que llamaban suyas, como finalmente sucedió, con resultados catastróficos.
Pero, no hemos aprendido nada de la historia. Hoy, 200 años después, seguimos en las mismas, de guerra en guerra. Medio salimos de una y ya estamos embarcándonos en otra.
Hoy estamos más divididos que nunca. Aún, las cifras que conocemos sobre los asesinatos de los líderes sociales y otros referentes a estos aterradores crímenes, como su porcentaje de disminución o aumento, desde la posesión del Presidente Duque, varían considerablemente, dependiendo de dónde se tomen los datos. Ni en eso nos ponemos de acuerdo. Muchas ONG, medios noticiosos, partidos políticos y grupos interesados manejan las cifras de acuerdo con el juego político que representan.
Es innegable que la mayoría de los participantes en esta tragedia tiene una agenda política muy determinada.
Unos buscan culpar a Duque de todos los muertos, aunque la mayoría ocurrió años antes de su presidencia. Oí en el programa radial de Vicky Dávila (julio 26/19) a un supuesto líder asegurar que, quien manda a matar a los líderes, es el Estado. Tal mentira es un crimen destructor repetido continuamente, sin prueba o vergüenza.
Muchos quieren aprovechar lo que ocurre con claros móviles políticos. Lamentablemente, muchas comunidades están siendo manipuladas, una vez más, por enemigos de la democracia que se presentan como sus amigos y, en muchos casos, tienen lazos directos con los criminales.
Sin excusas, el gobierno debe protección a todos los ciudadanos.
Pero, que quede claro, aquí los asesinos son: el ELN, las disidencias de la Farc, el Clan del Golfo, los Rastrojos y el resto de los criminales que acechan nuestra patria, por el control de la tierra, las rutas del narcotráfico, los cultivos de coca, las minas de oro. A ellos, Colombia entera debe demandarles, como recientemente lo ha demandado el Presidente: ¡ni uno más, ni un líder, policía, soldado o colombiano asesinado!