El presidente Maduro ha dicho que el de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, caracterizado por la represión y la persecución que está librando contra diversos sectores de la población, va a parecer “un niño de pecho” frente a lo que él es capaz de hacer contra la oposición.
Al equiparar la lucha por la libertad del pueblo venezolano con el burdo y enigmático intento de golpe en Turquía, lo único que Maduro logra es revelar, una vez más, su verdadera identidad política, la del despotismo, misma que tan protegida se encuentra por la connivencia de algunos gobiernos del área.
En efecto, no solo Erdogan, sino los Castro, Ortega y Morales son auténticos lactantes si se comparan con el mejor ejemplo actual de autoritarismo marxista, verdadero compilador de todas las lecciones aprendidas de los procesos revolucionarios en los cuatro continentes.
En concreto, el futuro de Venezuela parece ahora más claro que nunca. Primero, el régimen no piensa negociar absolutamente nada. Las ilusiones que algunos sectores se habían formado a partir de los oficios de aquellos expresidentes amigos, encabezados por el español Zapatero, no han sido más que eso: amiguismo.
Segundo, la oposición se verá amenazada y castigada. Si algo aprendieron Chávez y Maduro es que persistir en su conducta represora tiene sentido porque, en muchas ocasiones, no toda, pero sí buena parte de la población termina sometiéndose y aceptando el totalitarismo.
Tercero, no se hará justicia ni con Leopoldo López ni con el resto de presos políticos puesto que ellos deben seguir cumpliendo el rol de espantajos para ahuyentar a cualquiera que quisiese adentrarse en la peligrosa aventura de disputar el poder.
Cuarto, para lograrlo cuenta con la aquiescencia de la jefatura de Unasur (curtida en tales lides), la reluctancia del partido Demócrata de los EEUU y el Santismo en Colombia que, a pesar del maltrato a los ciudadanos en la frontera y la complacencia de Miraflores con la alianza Farc-Eln, no pierde ocasión de oxigenar y relegitimar a Maduro.
Quinto, en vez de mostrar cierta flexibilidad adaptativa, la dictadura se enquistará cada día más mediante el nombramiento de exmilitares y funcionarios cuestionados por narcotráfico pues, huyendo hacia delante, aspira a que la soberbia desafiante sea superior a cualquier indicio de apertura.
Por eso, la monumental marcha programada para pasado mañana por ese 80 por ciento de una población que ya no soporta más el despotismo, será respondida con el uso de la fuerza, rindiéndole así culto a la violencia ; violencia connatural al régimen y en la que siempre se ha escudado el chavismo.