Mucho tenemos que hacer porque no transcurre semana sin que alguien voluntariamente se produzca la muerte. En el curso de pocos días una colegial de trece años en Bogotá se suicidó, en carta dirigida a sus padres señala que la soledad la apabulló; un buen estudiante universitario de ingeniería del grupo “ser pilo paga,” próximo a graduarse, segó su vida; un celador se disparó un tiro sin explicación alguna; me impresionó que en Bucaramanga una joven madre se lanzara al vacío abrazando a su hijo y celebro que, a tiempo, agentes acuciosos impidieron a un adolescente botarse desde un puente en el centro de la capital.
Imposible ocultar la crisis de inmensas proporciones, la sociedad y las autoridades no deben desentenderse de ella. Indispensable reforzar programas de prevención, estudiar las causas del fenómeno, quien toma decisión de tal naturaleza está desesperado, se encuentra aislado con dificultades interpersonales, lo agobian problemas financieros, consume alcohol o drogas, padece de trastornos, es víctima de acosos de diversa índole, por cientos de motivos sucumbe ante la depresión y las redes sociales influyen.
El número de suicidas crece, a nivel mundial es la décima causa de muerte, desconozco el lugar que ocupa Colombia. Intentar quitarse la vida no es delito, incitar a él constituye conducta punible, refleja postura irracional, así Shakespeare en Romeo y Julieta consignara que frente al amor cercado los novios decidieron suicidarse y atribuyera a Romeo la frase de “La vida es mi fortuna y la muerte será mi descanso” Tampoco comparto la opinión de quienes sostienen que se trata de una forma de protesta social.
Hay diferentes fuentes potenciales de ayuda, familiares, amigos, médicos, sicólogos, líneas telefónicas de salud mental, aquí funcionaba ese servicio del cual no volvimos a saber, consejeros, docentes, tenemos que afrontar el problema, adelantar la campaña que compete, llegar hasta personas que se salvarán si las ayudamos. Ninguno es inmortal pero nadie obra atinadamente matándose, preferible consolarse que ahorcarse. No entiendo a la muchacha que quiso suicidarse por carecer del cuerpo de modelo y repito con Napoleón Bonaparte: “Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse a él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado.” Por cierto, la inmolación de los terroristas en sus ataques suicidas muestra fragilidad moral, se opone a la humanidad, a la civilización.
Pido a cada lector que adopte el lema de ¡No más suicidios! Desde el 2003 la Asociación Internacional Para su Prevención y la Organización Mundial de la Salud determinaron que el 3 de septiembre de cada año recordemos que el suicidio puede prevenirse, todos estamos en condición de colaborar en dicho empeño.