A comienzos del año hay quienes se aventuran a hacer vaticinios. Es terreno abonado para adivinos y arúspices. Yo no tengo bola de cristal ni habilidades adivinatorias así que, si hablo del futuro, es lo que yo creo que puede ser y no lo que va a ser.
El año que terminó fue, desde muchos puntos de vista, muy malo para el país. La corrupción que se destapó gracias al fiscal, nombrado merecidamente el personaje del año, con la colaboración eficiente, hay que decirlo, del procurador y del contralor. El escándalo de Reficar es mayúsculo. Costó y duró más su construcción que el canal de Panamá. Lo de Odebrecht llega a las entrañas mismas del gobierno porque hay ministros, viceministros, senadores –los “ñoños”, las estrellas de la “U” a los que Santos debe su reelección- y demás involucrados con cifras multimillonarias en dólares que salen del bolsillo de todos nosotros. El Cartel de la Toga. Los robos a la salud, inventando enfermedades o en los alimentos de los niños, que es lo más infame que se pueda oír. Pero hurgando en todas partes surgen los robos. En la Guajira, por ejemplo, donde los niños wayuu se mueren de hambre, se desaparecieron las cuentas de 746 mil millones (¿se “borraron” o se las “robaron”?) y se gastaron 650 mil millones en una represa del río Rancherías que no sirve para nada. Tres gobernadores con cuentas con la justicia. La lucha contra la corrupción -no se crea que es patrimonio de la izquierda- debe ser prioritaria para el próximo gobierno.
El manejo al acuerdo de paz pasará a la historia. Con la complicidad del Congreso, de la Corte Constitucional y del fast-track, y con la bandera de la paz, se trapeó con la Constitución para darle gusto a las Farc, Nobel de por medio. Pero como no todos somos “inocentes” noruegos que tragan entero, sabemos que las Farc están recicladas en el Eln, las disidencias y las bacrim que siguen alimentadas por el narcotráfico, con la mayor área de cultivos de coca en la historia (casi 200 mil hectáreas) que se pretende erradicar a mano y no por fumigación con el argumento de que el glifosato produce cáncer.
Afortunadamente los presidentes de Senado y Cámara lideraron la oposición a las maniobras del Gobierno para “revivir” las 16 curules para las Farc. Ojalá el año entrante no abunde la mermelada y las cosas no cambien y, en todo caso, que el próximo gobierno no se trague semejante sapo.
El ministro de Agricultura, ahora flamante director de la “U”, y el de Hacienda, fracasaron en su gestión. El primero porque no se vio avance alguno en la agricultura y sí, con la colaboración de la Sic, enormes esfuerzos y multas para favorecer las importaciones de alimentos, como arroz y azúcar. El segundo porque el balance económico es lamentable. Hay que reconocer que en años anteriores el desplome de los precios del petróleo cortó de un tajo el presupuesto del Gobierno. Pero también hay que aceptar que la abundancia de las vacas gordas se gastó en mermelada y la caída nos cogió con los calzones en la mano. La baja en la calificación de S&P no es accidental. Los índices son pésimos: el déficit es un desastre y, encima, el Gobierno ha sacado plata (incluso de las regalías y del Fondo de Ciencia y Tecnología) para el “posconflicto”, léase para las fauces de las Farc. La reforma tributaria se concretó en un aumento del Iva que, aunque el ministro diga que no, sí afectó la canasta familiar. Tengo en mi mano recibos de supermercado donde se grava la leche, tal vez el producto más emblemático de la canasta. La balanza comercial está desequilibrada y el desempleo aumenta. S&P no cree que el próximo gobierno pueda arreglar fácilmente el desastre y cumplir la regla fiscal.
El próximo gobierno afronta un problema mayúsculo. Ojalá (law sha'a Allah, Dios quiera) tengamos en el 2018 un año mejor y próspero.
Que el Señor los bendiga.