En el mundo moderno, una de las principales preocupaciones de los nuevos mandatarios de distintos países es saber incorporarse al tema de la política internacional, debido a que serán vistos y tratados según la lectura que den a dicha política y los mensajes que expresen.
En circunstancias como las actuales, economía como la que hoy tenemos en el mundo, mandar malos mensajes puede llevar a que los países o empresas extranjeras se abstengan de hacer nuevas inversiones o, lo que es peor, que procedan a desinvertir, retirando del todo su presencia.
Un país como Colombia que vive en un 40% de los hidrocarburos no puede, sin haber transformado previamente sus bases de ingreso económico, darse el lujo de presentarse a los foros a los que asisten las personas más importantes e influyentes del mundo, que saben la importancia de su riqueza en hidrocarburos, clamando una decisión de frenar la contratación de nuevas exploraciones. Hacerlo es un suicidio y sumamente perjudicial para nuestro país.
Para explicarlo más sencillamente, lo que ocurrió es, a mayor escala y con una gravedad incomparable, como si un arquitecto o un ingeniero pensara o dijera que le van a tumbar las columnas a un edifico sin haber hecho un análisis previo y acoplado su estructura mediante una alternativa que lo mantenga en pie.
En el caso del petróleo y el carbón, todos quisiéramos que existiera una infraestructura alternativa, para tener elementos o productos más amigables con el medio ambiente. Pero lo que no podemos hacer es, sin haber construido tal alternativa, acabar con la confianza de los inversionistas y compañías que, con su fe en la democracia colombiana y su respeto por el Estado de Derecho, se han jugado su suerte en nuestro país.
Como dicen algunos analistas e incluso políticos, quitar el andamio sin haber construido y financiado una alternativa es una locura y más cuando casi la mitad de nuestra economía vive de la exportación del petróleo y ahora de carbón, en los mejores precios que han tenido históricamente.
La prudencia y responsabilidad de los funcionarios del gobierno no los puede llevar a jugar con afirmaciones que destruyan nuestra imagen y nuestras posibilidades económicas de existencia.
Adicionalmente, tenemos una serie de problemas que debemos enfrentar, como lo es la gran inseguridad urbana y rural que estamos padeciendo en la actualidad y cada día con mayor intensidad. No es solo una percepción sino una realidad que exige que las autoridades tanto nacionales, departamentales, municipales y especialmente la Policía y los centros de seguridad se la jueguen cada día más. El tema es tan delicado que no se trata no solamente de atracos y robos sino también de los asesinatos que se registran todos los días como consecuencia de las acciones de los delincuentes.
El tema del narcotráfico es también más preocupante cada día. Los cultivos ilícitos aumentan o crecen y el consumo igual. Este que es un tema que ha acabado con los valores de la ética y la moral , su solución tanto interna como externa no da más espera.
El gobierno plantea una paz total cuando habla de una solución con los grupos alzados en armas y actores del conflicto. Pero allí también debemos tener prudencia y cuidado. Con algunos podemos plantear una solución de carácter político, pero con otros la solución tiene que darse exclusivamente de carácter judicial. Con el narcotráfico no podemos buscar soluciones sin contar con la participación internacional. Con los corruptos tampoco. Y no debemos perder de vista que la terminación del conflicto armado debe darse con los actores alzados en armas, pero la paz debe ser integral con todos los colombianos. La presencia del Estado es fundamental, tanto social como institucional.
Invito a que tengamos más prudencia con los mensajes que enviamos al mundo y tomemos más acciones concretas para resolver los problemas que afectan el día a día de los ciudadanos y así poder tomar rumbo por el buen camino.