Los directores de medios están alarmados por el pulular de noticias falsas que pueden llegar a engañarlos a ellos que son unas hachas para detectarlas. Y les ha dejado en claro que a muchos comunicadores les falta toda la diligencia para no limitarse a sentarse horas enteras frente a una pantalla, sin pisar el asfalto para reconocer la realidad verdadera. Difundir falsedades se ha convertido casi que en ideología y sobre todo en arma destructiva de personas e instituciones. De ahí que cada vez se requiera más empeño para que personas e instituciones sean de una transparencia inobjetable. Cualquier milímetro oscuro será aprovechado, o está siendo aprovechado, para sembrar cizaña abundantemente. Pero esta no es la única cara de la potente falsedad.
Desde hace años, los medios más potentes han adoptado “nuevas verdades” sobre temas absolutamente trascendentales de la realidad en general. Han asumido ideologías y agendas construidas artificial y artificiosamente con fines no siempre claros o quizás sí. Han construido verdades, como si la verdad fuera fruto del consenso y no realidad que se sostiene en sí misma, aunque trate de ser linchada todo el día con micrófonos, cámaras, editoriales, memes, videos, etc. En este creacionismo de nuevas verdades no hay tema importante que haya sido olvidado: la vida, la muerte, la identidad sexual, el matrimonio, la categoría de los animales, la religión, la ética, las minorías y las mayorías, la historia, etc. Todo ha sido devuelto a unos grandes molinos para ser pasado de nuevo por la trituradora y obtener así un nuevo pan en el que no hay harina, levadura, huevo, ni nada con lo que se produce el pan verdadero.
Entonces, ¿qué puede ser en realidad una noticia falsa? ¿Acaso algo que no va de acuerdo con la ideología del editorialista de turno? ¿O una creencia firme y fundada que no va con los tiempos que corren y en los cuales la consigna es no creer en nada? La ventaja de este tema en tiempos de posverdad, es que, si se trata de una discusión abierta y honesta, seguramente tendría que desembocar en los hontanares de donde mana la verdad verdadera. Pero puede fácilmente chocar con aquel muro, no ya de las lamentaciones, sino de los intereses que saben cómo llevar el agua a su propio molino. No por nada los medios pertenecen hoy a los que pertenecen y los dirigen los que los dirigen, en general.
Añadamos a lo anterior otra faceta de las falsas verdades y es la de la verdad, por darles algo de razón a sus narradores, presentada solo en aspectos parciales. La realidad vista, por ejemplo, desde occidental general, pero sin dar la palabra a los que están en oriental, en sur, en norte, en palco. Son impresionantes las pocas fuentes que usan los comunicadores con más audiencia o lectores o televidentes. Están casados -eso hay que abonárselos para la vida eterna- con muy pocas fuentes y casi siempre las mismas, que les dicen lo que quieren oír, claramente. Las noticias falsas suelen tener contenidos que al final del día se diluyen por su propia inconsistencia. Pero las falsas verdades están llevando y han llevado mucha gente al infierno, aquí y más allá. Recordemos el mandamiento octavo: “no mentir”.